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Más gentleman que hidalgo

París. 14/05/24. Ópera de París, Bastille. Massenet: Don Quichotte. Christian Van Horn (Don Quichotte). Etienne Dupuis (Sancho). Gaelle Arquez (Dulcinée) y otros. Damiano Michieletto, dirección de escena. Patrick Fourniller, dirección musical.

Esta ópera, a pesar de estar basada en la novela mundialmente famosa de Don Quijote, de Cervantes es poco representada más allá de Francia, país donde consta como el cuarto titulo operístico de Massenet más representado en los últimos años. Es cierto que poco tiene que ver a nivel de núcleo argumental con la obra maestra cervantina, pues está basada en la obra teatral póstuma:Le Chevalier de la longe figure (1904), del escritor galo Jacques Le Lorrain. Sobre la obra de Le Lorrain, con una Dulcinea más seductora y protagonista que en la obra de Cervantes, el libretista de Massenet, Henri Caïn, centra su historia en la relación del Quijote, su deseo por Dulcinée y un Sancho Panza como contrapunto sensato a los desvaríos y andanzas amorosas de su patrón. El hecho que se estrenara por encargo en la Ópera de Montecarlo, con el rol titular del mítico bajo Fiodor Chaliapin, rol para el que fue escrito ex-profeso, y que fuera obra de un Massenet ya maduro, cercano a su muerte, le han dado a la ópera un halo crepuscular que casa muy bien con su calidad musical.

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Esta nueva producción de la Opera de París, firmada por Damiano Michieletto, se centra en una actualización de la trama, con una estética diferenciada en tres décadas, los años 60, los 2000 y la actualidad, según los recuerdos de un Quijote enfermo de melancolía y ensoñación por una historia de amor que nunca llegó a ser. En ese aspecto, la escenografía, vestuario e iluminación, juegan un papel cercano a un film USA vintage. Con predominación de colores pastel y una lectura casi freudiana de la soledad de un protagonista que rememora su pasado con unos personajes llenos de nostálgica fantasía.

La trama se explica de manera fluida pero peca de cierta monotonía cromática, a pesar de las proyecciones de video, marca y sello de Michieletto, y una dirección de actores más que funcional. La partitura de Massenet, quizás no tenga la inspiración de sus obras más célebres, Manon, Thaïs o Werther, pero sí contiene una innegable belleza lírica de decadente atractivo con una serie de leitmotiv bien dosificados.

Aquí el trabajo del maestro Patrick Fournillier, funcionó con una orquesta de sonido satinado y orgánico, con unas cuerdas graves de mórbida sonoridad. Destacaron el solo del chelo del acto V, el preludio al acto III o el dúo de amor del Quichotte y Dulcinée del acto IV. Un trabajo global de emotivo resultado musical. El coro, una especie de personaje más como representante del pueblo, sonó equilibrado y comunicativo, para una labor destacada en el computo global del acabado artístico.

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En el trio protagonista principal destacó la voz recia, bien proyectada y de generosa extensión del Don Quichotte del bajo-barítono estadounidense Christian van Horn. En un envidiable estado de salud vocal y con una presencia física viril y muy alejada de la etiqueta de un delgado Hidalgo en sus últimas horas, encarnó un protagonsista intelectual de atractiva hondura existencial. Una mejora en los matices, colores e inflexiones de su canto, sobretodo en la evanescente muerte del acto V, mejoraría una encarnación por lo demás, de sobrada soltura y calidad.

Más implicado a nivel emocional y con bonitas variaciones en el fraseo de su canto, fue lo que ofreció el barítono canadiense Etienne Dupuis como un generoso y sensible Sancho. Si bien es verdad que a nivel tesituras, la suya y de Don Quichotte, guardan pocas diferencias, supo destacar por el hábil uso de las medias voces, y un cálido fraseo que bordó en su aria principal del final del acto IV.

La mezzo francesa Gaëlle Arquez fue una Dulcinée de carnal y sensual canto. Sin problemas de tesitura y con un acting desenvuelto y atractivo. Su carnoso timbre destacó en sus solos y en contraste bien empastada con la potente voz del Quichotte de van Horn. 

Corrección y profesionalidad en el resto del reparto para una producción más intelectual que fantasiosa, que funcionó gracias a un trio de voces en plenitud, una batuta sensible y una música de hipnótica y crepuscular belleza.

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Fotos: © Emilie Brouchon - OnP