Justo y necesario
Berlín. 13-14-15/09/2024. Philharmonie. Musikfest Berlin. Obras de Ruth Crawford-Seeger, Johanna Magdalena Beyer, Tania León. Ensemble Modern. David Niemann, dirección musical.
De un festival de música que se precie de serlo lo que uno espera es, por descontado, grandes nombres y referentes, como los que tuve ocasión de ver y escuchar en varios conciertos aquí reseñados, pero también es propio de un evento de estas características el contar con una faceta más comprometida con el rescate de autores y repertorios que quedaron en las orillas de la historia. Es el caso de la compositora estadounidense Ruth Crawford-Seeger, a la que el Musikfest Berlin ha dedicado un apasionante monográfico en el transcurso de tres jornadas y gracias al empeño del Ensemble Modern. Un compromiso justo y necesario con la memoria de una autora realmente singular y hoy en día apenas frecuentada, cuyo legado ha aparecido y desaparecido fugazmente en las últimas décadas. El Musikfest Berlin ha tenido a bien apostar por su recuperación, buscando además nexos y resonancias con autores coetáneos y posteriores.
La historia de Ruth Crawford (el Seeger se sumará a su apellido tras contraer matrimonio con el musicólogo Charles Seeger- tuvo una vida corta, cercenada por el cáncer, y en la que se distinguen dos etapas, musicalmente hablando, muy marcadas: una antes de entrar en contacto con la etnomusicología y otra después de hacerlo. En este sentido es fascinante constatar cómo la música de Crawford oscila entre apuestas sumamente vanguardistas, en la linea de la Escuela de Viena -gracias a una beca Guggenheim pudo conocer de primera mano la obra de Berg y Schönberg, entre otros-, y un lenguaje sumamente diverso, cuajado de citas al foclore local norteamericano. Es como si dos autoras se hubieran fundido en una sola, sin solución de continuidad.
Los tres conciertos tuvieron un perfil bastante individualizado: el primero giró en torno a la obra vocal -las canciones- de Ruth Crawford; el segundo se adentró en su música de cámara, incluyendo algunas piezas para orquesta de pequeño formato, conjugadas además con piezas de otras autoras actuales como Tania León y Johanna Magdalena Bayer; y el último giró específicamente en torno a su música de cámara, con especial atención a su obra para piano.
Algunos de los conciertos, en concreto el tercero y último de ellos, estuvo incluso coreografiado, por decirlo de algún modo, y es que los diversos ensembles de cámara se situaron en diversas zonas de la sala de cámara de la Philharmonie, otorgando a la velada un atractivo dinamismo, dada además la breve duración de algunas de las piezas interpretadas.
Con las sopranos Amanda Becker (a cargo de las canciones de Crawford Seeger), Nina Guo (a cargo de las obras de Balch) y Keren Motseri (a cargo de las piezas de León) pudimos disfrutar de un estilo sumamente original, en la senda, como dije, de algunas de las tendencias más vanguardistas que se estaban desarrollando en la Europa del momento. Algunos de los ciclos escuchados (Five Songs, de 1929, y Three Songs de 1930-32, cuentan con textos de Carl Sandburg, un poeta con el que Ruth Crawford se codeó en vida.
El segundo concierto nos permitió disfrutar de algunas de las piezas de Ruth Crawford más popularizadas en vida de la propia autora, caso de la que se considera su última partitura, Rissolty Rossolty para orquesta, de 1941, o su Music for Small Orchestra, una partitura de 1926 que derrocha creatividad.
Como ya sucediera en el primer concierto, en este programa se incluyeron también varias piezas de otras autoras, como la ya célebre Tania León -presente en la sala- o la joven autora Katherine Balch, nacida en 1991 e igualmente presente en la sala, y quien dio muestras de un gran talento con su pieza Country Radio.
Su música para piano, cuajada de piezas breves, posee el encanto de un Chopin, en la engañosa ligereza de algunas de sus gramáticas (Little Waltz, Little Lullaby, etc), y contrasta ciertamente con la contundencia y severidad de su Sonata para piano, una obra de 1923 donde Crawford muestra una madurez compositiva realmente asombrosa.
De su Streichquartett, la última de las obras interpretadas en este monográfico en tres jornadas, destacaría el originalísimo e inspirado movimiento lento, con un trabajo sonoro realmente audaz e incluso diría que insólito para las fechas de su composición, en 1931.
Es injusto destacar tan solo a algunos de los miembros del extenso Ensemble Modern, un conjunto realmente virtuoso de intérpretes, pero lo cierto es que algunos de ellos me parecieron músicos realmente excepcionales, como la violonchelista Eva Böcker, el pianista Ueli Wiget o el oboísta Christian Hommel. En conjunto puede hablarse de una labor extraordinaria, comandada por su director David Niemann, quien tan solo estuvo al frente de las obras para orquesta, pero quien a buen seguro ha garantizado la homogenidad e integridad de este monográfico sobre Ruth Crawford-Seeger.