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Puro Mozart

Viena. 28/09/2024. Staatsoper. Mozart. Le nozze di Figaro. Peter Kellner (Figaro), Andrè Schuen (Conde Almaviva), Hanna-Elisabeth Müller (Condesa), Slávka Zámečníková (Susanna), Stephanie Houtzeel (Cherubino). Coro y orquesta de la Ópera Estatal de Viena. Dirección escena:Barrie Kosky . Dirección musical: Ivor Bolton.

El talento que surgió de la reunión de W. A. Mozart y Lorenzo Da Ponte se han repetido pocas veces en el mundo de la ópera. Las tres ocasiones en las que colaboraron en el resultado fueron tres obras maestras. Le nozze di Figaro (Las bodas de Figaro) fue el primer encuentro entre el compositor y el libretista. Y el resultado no puede ser más extraordinario, sobre todo teniendo en cuenta el momento histórico en el que se enmarca su estreno. Basada en una obra teatral de Pierre Augustin Beaumarchais, el planteamiento de un enfrentamiento entre la nobleza y el pueblo llano que forma parte de su servicio significó una auténtica revolución en la Viena de finales del siglo XVIII y más teniendo en cuenta los aires de cambio político radical que invadían toda Europa y especialmente Francia. Pero Da Ponte supo crear un vodevil elegante y ameno donde esas tiranteces parecían diluirse en un enfrentamiento de tú a tú entre dos estamentos tan distanciados. Pero también Le nozze es una ópera feminista, en las que las mujeres se alían para luchar contra el machismo imperante tanto sea en nobles como plebeyos. Sin alargarnos mucho diremos que es una joya de texto para la que Mozart creó una de sus mejores partituras, llena de belleza, elegancia y mucha gracia socarrona. 

La Ópera Estatal de Viena repone una producción de la temporada pasada que firma el afamado Barrie Kosky. Este nombre siempre es una garantía de calidad y, sobre todo, de divertimento si el tema lo permite. Quizá esta no sea la mejor producción del director australiano, que no arriesga tanto como en otras ocasiones, centrándose en una de sus mejores bazas: el gran trabajo escénico con los cantantes. Ese es su valor fundamental pues la escenografía es bastante clásica y a excepción del último acto sin demasiado atractivo, basándose demasiado en una concepción muy trillada ya de las estancias palaciegas de la casa del Conde de Almaviva. Solo en ese acto del jardín que comentábamos, bastante difícil de escenificar sin aburrir con tanto enredo de entrada y salida de los personajes,  Kosky consigue con una tarima inclinada y elevada y una serie de trampillas por donde transitan los cantantes darle un toque diferente y muy personal a la producción. Como tantas veces en sus trabajos menos es más y en general consigue un trabajo bastante digno pero, insisto, no especialmente novedoso.

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Eso sí, el trabajo escénico es magnífico y con la colaboración de un elenco de primer nivel tanto actoral como vocal, consigue que la trama teatral fluya de una manera espléndida y el público se divierta. El reparto estaba encabezado por Andrè Schuen, uno de los barítonos más interesantes de la actualidad. Su trabajo fue magnífico en lo vocal porque dispone de un instrumento de gran belleza y su calidad interpretativa es evidente. Es un placer oír sus recitativos (tan importantes en Mozart y en los que vemos muchas veces la verdadera talla de un cantante), porque el intérprete ladino es una de las figuras más destacadas del mundo del lied, donde es una estrella. No es demasiado expresivo en lo actoral pero lo encontré más suelto que en otras ocasiones en esta misma obra quizá porque la producción y el director ayudaban. Por presencia y canto es un perfecto Conde y lo demostró en una estupenda interpretación de su aria Hai già vinta la causa!-Vedrò, mentr’io sospiro.

Gran actuación de Hanna-Elisabeth Müller, especialista en estos papeles mozartianos, y que impuso ese aire regio y reivindicativo de la Condesa engañada por su marido. Para este papel Mozart creó dos arias especialmente bellas, unidas al desengaño y la tristeza, y que Müller cantó con verdadera maestría. Si bien estuvo en Porgi amor, lo bordó en una de las piezas más bellas de toda la partitura, Dove sono i bei momenti.

Espectacular el trabajo de Slávka Zámečníková como Susanna, la pizpireta sirvienta de los Almaviva. Además de la indudable belleza de la voz, tiene una estupenda técnica que le permite transitar por toda la tesitura sin ningún problema dando a su papel, fundamental en la obra, una mayor relevancia todavía. Me gustó sobre todo en su interrelación con todos sus compañeros, dúos, tríos o concertantes donde siempre estuvo a un altísimo nivel.

Lo mismo podríamos decir del Figaro de Peter Kellner, un barítono que dio ligereza a su personaje tanto vocal como actoralmente, el más entregado en este aspecto del reparto. No se pueden poner peros ni en su marcha despidiendo a Cherubino, Non più andrai, ni en las quejas sobre su mujer en Aprite un po' quegli occhi. Más floja estuvo Isabel Signoret como Cherubino, que no sacó todo el partido que tienen dos de las arias más famosas de la ópera pero que mejoró bastante en Voi, che sapete después de una descafeinada No so più cosa son, cosa faccio. Buen trabajo del resto de cantantes, destacando Michael Gniffke en el aria de la vendetta de Basilio y Hannah-Theres Weigl como Barbarina en la breve pero bellísima L’ho perduto, me meschina

Ivor Bolton domina este repertorio y brindó una versión viva y alegre de la obra maestra mozartiana. Nunca decayó el nervio de la melodía y pese al animado ritmo se pudo oír, desde la obertura, todos los detalles de la partitura. Siempre atento al escenario fue, en mi opinión, el triunfador de la noche porque su batuta hizo que todo funcionara como un reloj. Claro que siempre tuvo a su mando una orquesta que curtida como pocas en el genio salzburgués. La Filarmónica de Viena estuvo como siempre impecable y siguió las indicaciones del director con precisión y con una versatilidad que pone en valor su acreditada calidad. 

Fotos: © Michael Pöhn