Alguna luz y muchas sombras

Berlín. 12/10/2024. Staatsoper Unter den Linden. Verdi: Nabucco. Anna Netrebko (Abigaille). Luca Salsi (Nabucco). Mika Kares (Zaccaria). Ivan Magrí (Ismaele). Marina Prudenskaja (Fenena) y otros. Emma Dante, dirección de escena. Bertrand de Billy, dirección musical.

La primera nueva producción de esta temporada en la Staatsoper Unter den Linden de Berlin ha supuesto el regreso a este escenario de la soprano Anna Netrebko, tras su polémico tira y afloja con el posicionamiento público sobre Rusia y la invasión de Ucrania. Netrebko fue apartada de diversos escenarios internacionales por la tibieza de sus primeros mensajes al respecto -ahí sigue coleando su pleito con el Metropolitan de Nueva York- y en otros lugares, como la Staatsoper de Berlín, se produjo un respaldo unánime a la cantante rusa, quien de hecho ya protagonizó aquí Macbeth en septiembre de 2023

Con total honestidad debo confesar que la vocalidad que Anna Netrebko se ha fabricado -y el verbo lo escojo a propósito- en estos últimos años me interesa relativamente poco. Me refiero al hecho de haber explorado un grave bastante exagerado, reforzado en exceso, amén de una emisión un tanto entubada, como buscando sonoridades más dramáticas. En realidad, la voz no ha cambiado tanto aunque ella la empuje a sonar así en ciertas franjas. Pero el centro sige siendo el de una Mimì de libro y el agudo, cuando todo está en su sitio, es hermoso y bien timbrado.
 
Anna Netrebko es una cantante con magnetismo aunque nunca fue una actriz consumada y en realidad se interpreta a sí misma en escena, algo que a la postre han hecho casi todos los grandes, década tras década. Dicho todo esto, su Abigaille tuvo un interés relativo. Al final era más bien un híbrido entre Lady Macbeth y Abigaille poseído por el espíritu inconfundible de la soprano rusa, con sus habituales ademanes y actuando un tanto por libre -tampoco es que la puesta en escena le diera mayores indicaciones-. Me quedó con algunos sonidos y filigranas vocales que desplegó en 'Anch'io dischiuso...', sobre todo cuando buscó plegar el sonido con fortuna en un diminuendo prodigioso.
 
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A su lado Luca Salsi volvió a demostrar que es un valor seguro a la hora de encarnar este tipo de roles. Canta con seguridad, la emisión está resuelta con holgura y hay siempre arrojo y entrega en su actuación. Seguramente cabría pedirle mayor nobleza y refinamiento, pero ni el timbre ni el fraseo se encaminan en esa dirección. La produción de Emma Dante tampoco le predisponía a un retrato complejo y rico del personaje de Nabucco, que quedó aquí expuesto con trazo más bien grueso, aunque con palmaria suficiencia vocal.

Reemplazando al originalmente previsto René Pape, el bajo Mika Kares hizo todo lo que pudo, y fue mucho, para defender la parte de Zaccaria, pero era inevitable tener la sensación de escuchar a un cantante de otras latitudes -de repertorio, me refiero- encarnando un papel que reclama belcantismo a raudales. La voz de Kares es sonora y amplia, dio todas las notas, pero a mi entender le faltó autoridad escénica -que no presencia, son dos cosas distintas- y un mayor empaque y detalle en el fraseo.

Sólido y bien timbrado, como un bienvenido destello de italianidad, el Ismaele de Ivan Magri fue todo un acierto, mostrando un instrumento que quizá pida papeles de mayor entidad -me sonó muy a punto para un Manrico o un Ernani, por ejemplo-. A su lado como Fenena, una vez más, Marina Prudenskaja demostró que es una excelente profesional, de una solvencia y aplomo infalibles. La voz es notable y su manejo de la misma siempre transmite seguridad y resolución.
 
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Tremenda decepción en el foso con la dirección musical de Bertrand de Billy. Todo apunta a que este proyecto de una nueva producción con Emma Dante al frente del apartado escénico iba a estar originalmente encomendado a Daniel Barenboim, quien precisamente colaboró con Dante en la Scala de Milán, con aquella Carmen de Bizet en la que descubrimos a Anita Rachvelishvili, en 2009. Pero una vez que la salud ha terminado por apartar a Barenboim de los fosos de ópera, cabe pensar que había mejores opciones que De Billy para dirigir un título con el que no demostró afinidad alguna. 

Ruidoso, precipitado, sin magia, sin poesía, sin tensión, inhábil para manejar los concertantes... el resultado fue un Nabucco bastante penoso y muy aburrido. Jamás había escuchado un 'Va, pensiero' tan lánguido y sin alma. Desconcertante. Incluso la propia Staatskapelle de Berlín, una orquesta mayúscula, parecía otra, como desorientada y torpe, sin liderazgo. En suma, una versión musical verdaderamente gruesa, superficial, alborotada y confusa. 

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Dejo para el final la citada propuesta escénica de Emma Dante, que me pareció un verdadero insulto a la inteligencia. Confiesa Dante lo siguiente en el programa de mano: "Cuando escuché Nabucco y leí el libreto, inmediatamente pensé que esta historia trataba sobre un pueblo extraordinariamente trabajador, un pueblo capaz de crear algo sumamente valioso. Instintivamente, pensé entonces en la miel, porque la miel es dulce y dorada, y muy valiosa. Y luego recordé un edificio de Nueva York llamado The Vessel. Está hecho de escaleras y tiene la forma de una colmena. Esa fue la inspiración decisiva para nuestra escenografía. Con su estructura y su color, proporciona una imagen de ese templo de Jerusalén que Nabucco tanto ansía conquistar". De verdad, ¿cómo se puede pensar en las abejas y la miel nada más leer el libreto de Nabucco? Que alguien me lo explique, por favor.

Consecuencia práctica de este dislate: toda la puesta en escena de este Nabucco se sostiene en torno a una ocurrencia puntual que determina una escenografía, más o menos vistosa, más o menos afortunada. Pero, ¿y qué hay de los personajes? Es más, ¿qué hay del personaje coral del pueblo de Israel? ¿Y dónde están los grandes temas verdianos, sobre la relación paternofilial y el ejercicio del poder? Nada de nada, ni rastro de todo esto en las dos horas de representación. En cambio, sí que encontramos figurantes que nos ilustran, o pretenden hacerlo, sobre obviedades de lo más superficial.

Lo visto en el escenario -más allá del feísmo manifiesto de algunas opciones estéticas, pero aquí podemos admitir el margen del gusto personal- me pareció una auténtica tomadura de pelo, algo realmente ridículo y mediocre. Y sobre el supuesto alegato pacifista que Dante incluye en su propuesta mejor no hablar, puesto que todo se reduce a cuatro figurantes despositando sus armas al borde del escenario, como renunciando a la violencia para la resolución del libreto. Penoso.  

Fotos: © Bernd Uhlig | Staatsoper Unter den Linden