Un héroe musical
Madrid, 28/01/2025. Auditorio Nacional de Música. Ibermúsica. Unsuk Chin, Subito con forza. Wagner Idilio de Sigfrido. Strauss Una vida de héroe, poema sinfónico op. 40. Royal Concertgebouw Orchestra. Klaus Mäkelä, dirección.
Nos visita por primera vez en Madrid, Klaus Mäkelä, uno de los directores que más asombro ha causado en el mundo de la música clásica en los últimos años, y ya les adelanto que lo ha hecho por todo lo alto, superando expectativas y demostrando la razón de ser de su vertiginoso ascenso a la fama.
Brillante promesa, joven prodigio, genio precoz, fenómeno o (disculpen el atrevimiento) wonderboy. Son muchos los calificativos que acuden a la pluma de quien ha escuchado la labor de este director de tan solo 29 años. Su historia parece sacada de otros tiempos o de una película ingenua. Entre otras hazañas, con ni siquiera 25 años fue invitado a dirigir una de las mejores orquestas del mundo, la Royal Concertgebouw, que hoy le trae a Madrid. Surgió entonces el flechazo y, apenas dos años más tarde, le aseguraron una plaza como director titular, la misma “cátedra” que ocuparon Chailly, Haitink o Jochum. Ahí es nada. Y escuchándole y contemplándole en directo, uno entiende las razones para aplicarle el aparente oxímoron el joven maestro. No es solo que haga una interpretación de calidad, es que realiza una lectura propia, personal, sabia y muy apropiada de las obras que interpretó.
Hay que empezar hablando de su expresión corporal. Si muchos directores dirigen y acompañan su interpretación con el cuerpo, en su caso esta fusión se lleva a un nivel raramente visto. La música se encarna profunda en su insultantemente joven figura y, entonces, mirada y escucha se confunden. Y lo hace de manera diversa: en El idilio de Sigfrido, su cuerpo pareció consolidar lo que de la orquesta emanaba y, por el contrario, en Una vida de héroe, el flujo de la conexión discurrió del podio a la formación. Todo ello desde una presencia carismática, en la que, más que autoridad, se adivinan comunión y complicidad.
Uno podría esperar una interpretación fogosa y excesiva, acorde con los clichés de juventud, pero fue la contención, en su aspecto más positivo, lo que presidió su memorable velada. En El idilio, la calidad de las cuerdas y los vientos —mención especial al oboe— y el delicado pero constante control de las dinámicas, se pusieron al servicio de una lectura basada en una combinación de dulzura y tensión latente. Ni siquiera en el clímax de la pieza cayó en la tentación de entregarse al poder embriagador de los decibelios, apostando por un realce rítmico que aceleró el ánimo rozando lo marcial. Manejó, además, las apariciones del recurrente motivo principal, potenciándolo u ocultándolo en un vaivén emocional que evidencia un buen criterio propio.
Los contrastes medidos de la interesante y cinematográfica pieza Subito con forza, de la coreana Unsuk Chin, funcionaron como preludio de lo que estaba por venir en la segunda parte del concierto. Su Una vida de héroe fue un ejemplo perfecto del potencial de un poema sinfónico si atendemos a su aspecto narrativo. Por supuesto, la Concertgebouw cuenta con la ventaja de que esta es una de sus piezas icónicas; no en vano, el mismo compositor se la dedicó. La naturalidad en la interpretación permitió que se realizara un pequeño milagro: lo relevante en la actuación no fue cómo tocó la orquesta, sino qué contaron. No puedo recordar otra ocasión en la que los aspectos emocionales, narrativos e incluso pictóricos se mostraran de manera tan clara en un poema sinfónico: el carácter expansivo de la aparición del héroe; la sorna en la aparición del adversario; una compañera que combina coqueteo, misterio y calidez; hasta un desenlace de una luminosidad inaudita.
Esta obra, tantas veces ejecutada a través de exageraciones sonoras, convenció en esta ocasión a través de hipérboles expresivas mucho más adecuadas. Y demostró que el talento, el carisma, la sensibilidad e incluso la sabiduría no son siempre cuestión de edad.
Fotos: © Rafa Martín | Ibermúsica