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Esquí de fondo

Barcelona. 23/02/2025. Palau de la Música Catalana. Obras de Brahms y Mendelssohn. Franz Schubert Filharmonia. Daishin Kashimoto, violín. Alexander Chaushian, violonchelo. Tomàs Grau, dirección musical.

Nueva cita con la Franz Schubert Filharmonia en el Palau de la Música Catalana, esta vez con un ejemplar programa volcado hacia la eclosión del Romanticismo musical a lo largo del siglo XIX, combinando una obra relativamente infrecuente como el Doble concierto para violín, violonchelo y orquesta de Brahms, estrenado en 1887, con la Sinfonía no. 3 de Mendelssohn, su famosa ‘Escocesa’, estrenada en 1842.

Más allá de su excelente ejecución, lo que fascina siempre en la Franz Schubert Filharmonia es su entrega, su pasión a la hora de hacer música; una actitud fresca y comprometida que depara un sonido verdadero, sin rutinas. La formación impulsada por Tomàs Grau sabe además siempre rodearse de solistas de primer nivel, como fue el caso de este Doble de Brahms, encabezado por el violinista Daishin Kashimoto, concertino de la Filarmónica de Berlín, y el violonchelista de origen armenio Alexander Chaushian. La compenetración y entendimiento entre ambos artistas fue evidente en todo momento; no en vano han colaborado en numerosas ocasiones haciendo música de cámara.

El Doble de Brahms es una obra ciertamente extraña e irregular, una suerte de constante tentativa que parece no resolverse nunca, plagada eso sí de brillantes hallazgos melódicos e instantes de patente virtuosismo. El hacer de los dos solistas fue en esta ocasión verdaderamente descollante. Con su Guarneri del Gesu de 1744, Kashimoto planteo frases de imponente belleza y finísima resolución técnica, haciendo justicia a su renombre como concertino de los Berliner. No se quedó atrás Chaushian, un intérpete sin duda menos conocido por nuestras latitudes, y quien hizo gala de un sonido apasionado y vibrante, de gran presencia y proyección en sala. 

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Tomàs Grau lideró a su formación con un pulso claro, buscando poner orden y claridad en una partitura, ya digo, que no se caracteriza precisamente por lo acabado de su arquitectura interna. Grau también buscó subrayar los momentos de mayor hallazgo melódico, los instantes en los que Brahms parece ahondar en un juego casi camerítsico entre las secciones orquestales. Las virtudes del conjunto orquestal quedaron en todo caso bien patentes en el Mendelssohn que ponía el broche al programa, ya en la segunda mitad. 

Y es que quizás sea Mendelssohn el compositor con el que más afinidad demuestra la formación catalana; por color, por articulación, hay una conexión evidente y profunda entre el hacer de la Franz Schubert Filharmonia y el autor nacido en Hamburgo. De la brillante e intachable interpetación de esta sinfonía me quedaría sin duda con el bellísimo Adagio, resuelto con un sonido bellísimo y de extarordinaria nitidez por parte de la orquesta. A modo de propina, se volvió a ofrecer el breve pero intenso segundo movimiento de esta sinfonía.

Como si practicasen esqui de fondo, con un ritmo constante y firme, la Franz Schubert Filharmonia lleva ya muchos años -a la vuelta de la esquina está su veinte aniversario- demostrando su valía, con un proyecto propio y singular, sumamente afianzado ya su ciclo en el Palau de la Música y con una proyección internacional creciente. No en vano, el próximo mes de abril serán los encargados de abrir el Festival InClassica en Dubai, palabras mayores. 

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Fotos: © E. Martín Berenguer