¡Viva la música popular!
Pamplona-Iruñea. 16/05/2024. Auditorio Baluarte. Obras de M. Ravel, J. Rodrigo y L. van Beethoven. Pablo Sáinz-Villegas (guitarra) y Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección musical: Luis Toro.
Y es que para que este grito se convierta en realidad no hay nada como reunir un par de títulos muy populares, en este caso el Concierto de Aranjuez y la Sinfonía Pastoral para que el auditorio esté de bote en bote, como en pocas ocasiones podemos disfrutarlo. No son escasas las veces que he mostrado mi preocupación por la escasa asistencia de público a distintos conciertos de la capital navarra pero es obvio, a las pruebas me remito, que hay obras que consiguen el milagro. Las bocas de entrada del Baluarte desprendían un ambiente especial, ese que se nota cuando tienes o crees tener la oportunidad de vivir algo infrecuente y/o muy deseado. Y tengo la impresión de que la obra de Rodrigo y su solista eran las últimas razones de ese ambiente festivo, como si de un acontecimiento popular se tratara.
Los dos protagonistas, batuta y solista, son hombres jóvenes que son perfecto reflejo de lo que supone en la actualidad ser una estrella de la música clásica actual: presencia impecable y vestimenta ad hoc, fácil comunicación no verbal y plena naturalidad ante el público. Lejos de la imagen de ese divo de antaño colocado en su pedestal, transmiten una imagen de cercanía que el público sabe valorar. El Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, se convirtió, así, en el plano fuerte de la velada y por ello me permito comenzar por el mismo. Pablo Sáinz-Villegas es un guitarrista como una catedral, su técnica tiene la virtud de dejarte anonadado y es capaz de ofrecer un espectáculo integral en torno a su intervención.
Sería un necio si mencionara un solo pero a su intervención pero… reconozco que por momentos me perdí por las afueras de Aranjuez. No cabe ni un reproche técnico pero yo prefiero un concierto en el que la música, la partitura sea la protagonista absoluta, no el solista. Y reconozco que en ocasiones perdía las referencias de mis audiciones clásicas de este concierto. Una cadencia interminable en el adagio y sentir la necesidad de reengancharte a la obra. O el bis, la jota de Francisco de Tárrega, que fue presentada con micrófono y todo, y ante la que el guitarrista no perdió la oportunidad de publicitar su La Rioja Festival, como si su interpretación no fuera sino una promoción gigantesca; incluso llegó a anunciar su presencia durante el inminente descanso y en las inmediaciones del auditorio para firmar discos y programas de mano. Eso sí, la respuesta popular fue de algarabía total.
Antes de la obra de Rodrigo Luis Toro, la batuta chilena, última responsable del concierto, condujo con cierta melancolía Le tombeau de Couperin, de Maurice Ravel, obra a la que le faltó conectar con el respetable y que quizás contrastaba en exceso con las restantes; y en una segunda parte intensa, la Sinfonía nº 6 en Fa Mayor, op. 68, Pastoral, de Ludwig van Beethoven, cuya interpretación fue, en la opinión de quien firma estas líneas, lo más interesante de la velada. Comedido el primer movimiento, transmitiendo el desvelo de los trabajadores, intensa la tormenta, cautivador el canto pastoral del último movimiento en un contraste con el anterior digno de reconocimiento. Curiosamente, más de un espectador ya había abandonado el recinto en el descanso, quizás en la consideración de que la segunda parte le era innecesaria tras la orgía musical del guitarrista.
Una última consideración acerca del público. Un servidor no pierde su capacidad de asombro ante la estulticia del asistente voluntario a un concierto. Nunca entenderé como se pueden pasar ¡doce! minutos con música de Beethoven de fondo leyendo una web en el teléfono y comentando con la vecina distintas vicisitudes ni como se puede abandonar el auditorio molestando a una fila entera de espectadores cuando quedan solamente dos minutos para acabar el concierto. Lo reitero, hay personas que nunca colmatan mi capacidad de asombro. Y dicho todo esto, está claro que la gerencia de la Sinfónica de Navarra ha ganado un buen tanto con este programa tan popular.