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El sueño de Wainwright

Barcelona. 25/01/2025. Palau de la música catalana. Wainwright: Dream Requiem. Anna Prohaska (soprano). Rufus Wainwright (narrador). Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Orfeó Català. Ludovic Morlot, dirección musical

Había un ambiente de gala en el Palau de la Música para recibir el Dream Requiem de Rufus Wainwright. Todas las entradas vendidas, ambiente VIP y todas esas cosas. Orquesta enorme, gran coro, narrador y solista. Un señuelo para todo ello se había caído por el camino puesto que Sharon Stone, que era la narradora anunciada para la ocasión ya canceló hace días, tomando su responsabilidad el propio autor.

No es novedad que Wainwright se salga de su condición de cantautor para abordar ámbitos vinculados a la tradición clásica, concretamente un par de óperas la primera de las cuales tiene ya sus años. Se trata de Prima donna, sobre "un dia en la vida de una cantante de ópera", estrenada en Manchester en 2009 al parecer con poco éxito, después de resultar inviable la idea inicial de estrenarla en el Metropolitan. En 2018 llegó Hadrian, sobre el emperador del mismo nombre, estrenada en Toronto y parece que este giro no es un hecho anecdótico sino que continuará.

El Dream Requiem es una especie de distopía apocalíptica sostenida por el narrador en lengua inglesa y se entremezcla con el tradicional texto del 'Requiem' en latín. La solista para la ocasión fue Anna Prohaska que aparte de una tendencia muy calante en la zona aguda tuvo serios problemas para batallar con la amenazante masa orquestal. Se trataba de la OBC bajo la dirección de Ludovic Morlot, que a su vez tenía a su cargo al Orfeó Català (incluído su coro infantil). Es difícil valorar en un estreno si desequilibrios como el mencionado cabe atribuirlos a la propia escritura del autor o responsabilizar a coro y orquesta de ello. Lo mismo sucede con la valoración general de la interpretación en este caso. Cabe suponer que el propio autor ha revisado todos esos aspectos.

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El lenguaje de la obra se mueve entre ciertos terrenos trillados del lenguaje moderno que podrían remitir a Stravinski o a Bernstein con otros más recogidos y líricos. El "Dies Irae", naturalmente, se correspodió más bien con el primer registro descrito, como era de esperar, con una curiosa introducción para timbales sin más ingredientes. En oposición a este previsible enfoque musical del "Dies rae", el "Rex tremendae majestatis", en contra de lo que el propio nombre indica rehuyó el tremendismo y resultó de lo más bello e inspirado. Esta fue una tendencia general. Si en los momentos más violentos a la obra de Wainwright "se le veían los clavos y la cola" como diría Alban Berg, en los más intimistas la cosa funcionaba muy bien.

En el "Ingemisco" la soprano sufrió de lo lindo, como ya ha sido dicho y en el 'Confutatis' el coro cantó el conocido texto latino mientras Wainwright imploraba salvación en inglés. Cabe decir que en el conjunto de la obra no había intención de dar expresión religiosa a problemas existenciales de la modernidad  (a diferencia de la Misa de Bernstein, por ejemplo), excepto por el hecho de que, lógicamente, por encima de la perspectiva apocalíptica planeaba la previsible destrucción del planeta por el desarrollo capitalista, asunto este el del ecologismo en relación al cual Wainwright ya se ha significado anteriormente.

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Como se ha dicho, aunque la obra no resulta nunca "pop" ni coquetea con géneros populares modernos (a diferencia, una vez más, de la mencionada obra de Bernstein), la música de Wainwright gana mucho en registros más líricos que grandilocuentes. Así fue en el interludio orquestal que siguió al 'Confutatis' y antecedió al 'Sanctus', muy western en su trompetería.

Con el 'Agnus dei' volvimos a registros vinculados con la llamada "música contemporánea" en que un coro escrito sobre una tonalidad muy inestable se combinaba con la voz de la soprano recordando el "dona eis requiem" que corresponde a la primera parte de la misa.

Una gran fanfarria condujo a 'Lux aeterna' y a partir de aquí iniciamos un retorno circular al principio (como sucede con el Requiem de Mozart), con la reintroducción del texto inicial del narrador ("I had a dream") mediante el cual empezaba a exponer su visión apocalíptica. El 'Libera me' se desarrolla con un coro sobre tresillos picaditos muy "contemporáneo" mezclado con el canto de la soprano solista, pero es solo, por así decirlo, una interrupción enmedio del discurso del narrador que condujo a un final tranquilo, sin pompa, bello, que dio lugar a un larguísimo silencio antes de que estallaran los aplausos que sellaron un éxito perfectamente previsible (dado el ambiente de gala inicial y la presumible presencia en la sala de numerosos fans de Wainwright) y hasta cierto punto merecido.

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Fotos: © May Zircus