Ana Ozores no tenía móvil
Oviedo. Teatro Campoamor. 12/04/2025. La regenta, de Marisa Manchado. María Miró (soprano, la regenta), Anna Gomá (mezzosoprano, Petra), Vicenç Esteve (tenor, Alvaro Mesía), David Oller (barítono, el magistral), Cristian Díaz (bajo, don Victor) y otros. Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Orquesta Oviedo Filarmonía. Dirección escénica: Bárbara Lluch. Dirección musical: Jordi Francés.
Cuando en octubre del 2023 tuve la fortuna de asistir al estreno de esta ópera de Marisa Manchado, y sobre la que recogí la pertinente reseña publicada en este mismo medio, ya apunté muchas de las cuestiones musicales y escénicas que se me han ido ocurriendo mientras vivía La regenta por segunda vez. Lo cierto es que una obra de esta índole nunca se contempla la primera o la segunda ocasión. Lo que en la primera es sorpresa y novedad en la segunda es recuerdo tamizado y rescoldos de la memoria auditiva. Dicho de otra manera, sabía a lo que iba y sabía qué me iba a encontrar en la obra pergeñada por Amelia Valcárcel y Marisa Manchado.
Días antes de esta segunda función repasé mis notas sobre la primera y sacudí mi memoria para recordar la propuesta de Bárbara Lluch, en la que sin apenas atrezzo se trata de vislumbrar Vetusta, es decir, Oviedo. Y en aquella reseña terminaba diciendo, literalmente, lo siguiente: "Lo interesante sería que ahora La Regenta tuviera cierto vuelo. Aunque sea lo más fácil de proponer, no estaría de más que la temporada de ópera de Oviedo o el Festival de Teatro Lírico Español de la misma ciudad les hiciera un hueco en los próximos años. Aquí queda la propuesta". Es evidente que el hecho de que habiendo pasado apenas dieciséis meses desde el estreno esta obra haya visitado Oviedo solo se debe a la pericia de quienes programan este Festivalde Teatro Lírico Español pero me alegro de que mi petición, más bien mi deseo, haya sido tan prontamente atendido. Pocas cosas más lógicas que esta, aunque reconozcamos que no es precisamente la lógica lo que impera en este mundo actual.
Porque Vetusta es Oviedo y la reacción de la gente presente en el Campoamor fue distinta a la que vivió el estreno en la Sala Fernando Arrabal, de las madrileñas Naves del Matadero, quizás solo porque se sentían retratados; porque al ver el devenir de los personajes podían imaginar la de sus antepasados; quizás solo porque la catedral de Vetusta es la misma que visitan ellos en fechas señaladas y porque las tiendas, las calles, las costumbres, los paseos que se retratan son las que sus antecesores pudieron vivir en carne propia.
Eso sí, Ana Ozores no tenía móvil. Y antes de que el lector piense que un servidor ha perdido el norte, quiero reconocer que por momentos me evadí de la función y bien que lo siento. He de admitir que me salí de la misma en varios momentos y no atendía ni a la música ni al escenario, pero cuando el mismo móvil con el mismo sonido pudimos oírlo por décima vez mi rabia era ya infinita. No hay derecho. Es un caso meridiano de estulticia infinita. Y quizás, en tales circunstancias, haya que prever el tomar alguna medida drástica como parar la función y pedir a la desalmada, egoísta e individualista persona dueña de tal artefacto que abandone la sala y nos permita al resto de los mortales seguir con la función en santa comunión con la música. Todos se lo hubiéramos agradecido. Lo que ocurrió fue que nos resignamos, juramos en arameo, lo llegamos a comentar en cierto volumen pero… nada más.
Por lo demás, y sin olvidar estos condicionantes, la función gustó al público ovetense. El reparto era el mismo en todos los papeles con respecto a la fecha del estreno y poco nuevo se puede decir. María Miró volvió a cuadrar una regenta de una pieza, quizás más sumisa que rebelde –admitiendo que una novela de estas dimensiones, indefectiblemente, tiene que dejarse pelos en la gatera en cualquier adaptación, de tipo que sea- enseñando una voz notable y una credibilidad dramática absoluta. El magistral Fermín de Pas volvió a ser David Oller, una vez más impecable en su caracterización y dando empaque a un personaje preso de sus contradicciones y nada amable, con una voz no muy grande pero suficiente.
Vicenç Esteve da relevancia a su Álvaro Mesía, personaje que simboliza el machismo más clásico que tras la aparente seducción solo trata de dominar y complacer sus más elementales instintos. Bien de voz, de noble caudal. Cristian Díaz sí supo otorgar al personaje, Victor Quintanar, la rotundidad y, al mismo tiempo, la nobleza necesarias. Muy bien.
Suficiente José Manuel Montero como Paco Vegallana en un personaje apenas desarrollado y sobresaliente María Rey-Joly como Obdulia, robando con su mera aparición todas y cada una de sus escenas, teniendo además una presencia vocal nada desdeñable. Anna Gomá dio a Petra una dimensión notable y vocalmente estuvo muy bien, así como la rotundidad y gravedad de la tesitura de la madre del magistral, una vez más muy bien cumplimentada por Laura Vila, muy bien caracterizada. Finalmente, Gabriel Díaz supo ser, cual sapo, empalagoso y algo repulsivo, muy bien en su parte actoral.
Jordi Francés cree en la partitura y volvió a construir una función notable. La Orquesta Oviedo Filarmonía respondió de forma adecuada en su formato camerístico mientras que el Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo dio adecuada respuesta aunque quizás no alcanzó el nivel del coro del estreno, y es que las peticiones de la compositora no son pocas. La propuesta escénica de Barbara Lluch se centra en dos columnas principales: la austeridad escénica y la relevancia del coro. En lo primero adquiere relevancia el vestuario de Clara Peluffo, protagonista directo del quehacer de la regenta porque cada vestido acompaña cada cambio escénico además de subrayar el papel de muñeca, de marioneta social de la protagonista al acompañar cada uno de ellos con los pegotes propios de la ropa utilizada para jugar con las muñecas.
Luego, se puede discutir, se debe incluso, acerca de las características de la obra de Marisa Manchado. En este segundo acercamiento he advertido cierta estructura de collage en la construcción de la ópera, cierta discontinuidad en su armazón musical. En cualquier caso, bienvenida sea la cita con esta ópera del siglo XXI que nos retrotrae al Oviedo figurado del siglo XIX que surgió de la imaginación y afán de crítica de Leopoldo Alas. Aunque eso sí, sabiendo que ni en su infinita capacidad literaria Clarín hubiera imaginado a una regenta sazonada con reiterativos sonidos de llamada no atendidos.
Fotos: © Alfonso Suárez