Mucho con poco
Oviedo. 11/05/2017. Teatro Campoamor. Manuel Penella: Don Gil de Alcalá. Alejandro Roy, Susana Cordón, David Menéndez, Javier Franco, Sandra Ferrández, Jorge Rodríguez-Norton, Vicenç Esteve, David Rubiera. Orquesta Oviedo Filarmónia. Dirección musical: Rubén Gimeno. Dirección de escena: Emilio Sagi
“Don Gil de Alcalá es casi un pequeño Mozart por belleza y exquisitez”. Eso dijo hace apenas unos días el regista Emilio Sagi, encargado de llevar sobre las tablas del Campoamor esta ópera con música y libreto de Manuel Penella. Pese a lo generosa que pueda resultar, lo cierto es que recurrir a una comparación para poner en valor una determinada obra no contribuye demasiado a su engrandecimiento. ¿Acaso necesita Mozart ser comparado con alguien? ¿Y Beethoven? A Penella debería bastarle con ser Penella, del mismo modo que a Usandizaga, Sorozabal, Chapí, Fernández Caballero y tantos otros. Ya a finales del siglo XIX, decía Emilio Arrieta que un nombre mucho más acertado para nuestro género hubiera sido el de ópera cómica y -quizás- de cumplirse esto, la zarzuela no estaría ahora agonizando en la península, sino paseando por los principales teatros del mundo. Cuesta pensar que, para ser el país de la picaresca, en esto hayamos estado siempre tan atontados. Antes, por infravalorar nuestro género, tildándolo de menor y populachero; ahora, irónicamente, por verlo como un devaneo para las élites del lugar. Pese a todo, yo no me preocuparía: entre recortes, vanguardismos escénicos y reggaetón, pronto quedará poco que lamentar.
Mientras tanto, toca disfrutar como se pueda, y una buena forma de hacerlo es acudiendo a propuestas como ésta, firmadas por un Emilio Sagi que sabe tomar la elegancia y la coherencia como leitmotivs. En un visible afán por ajustarse al presupuesto, el ovetense optó por recrear el patio de una hacienda colonial, viéndose obligado a jugar con la iluminación y el vestuario para simular el resto de escenarios, valiendo así unas arañas que descendían del techo para recrear el palacio del Gobernador, o unos hábitos para insinuar que la acción de desarrollaba en el interior del claustro de un convento. Es por ello que el trabajo de Sagi, en conjunto, pecó de una inevitable falta de diferenciación entre los distintos cuadros que componen la obra, algo que ya achacamos a su trabajo de la pasada temporada en “El rey que rabió”, pero que parece inevitable a la vista de las circunstancias económicas. En esto no cabe duda, habría sido difícil encontrar a otro regista capaz de lograr tanto con tan poco.
Encabezando el elenco, Alejandro Roy ofreció un Don Gil entregado, que cubrió su falta de flexibilidad en algunas partes por medio de un fraseo explosivo a la hora de culminar ciertas frases, emitiendo entonces unos llamativos agudos tan contundentes en su proyección como broncíneos su timbre. Susana Cordón, por su parte, supo ofrecernos una Niña Estrella interesante y profesional. Si bien la voz de la mallorquina no destaca por su especial agilidad, si lo hace por su amable color y su trabajada dicción; lo que, unido a sus muchas tablas, hizo de Niña Estrella un personaje capaz de emocionar al público.
Junto con Alejandro Roy, David Menéndez es otro de esos asturianos que han logrado hacer méritos fuera del Principado. Así pues, siempre dentro de la corrección que le caracteriza, Menéndez logró sellar un Sargento Carrasquilla de categoría, sorprendentemente andaluz y sobrado de musicalidad en su famoso brindis “Jerez, este es el vinillo de la tierra mía” que le confirmó, sin duda, como uno de los principales atractivos de la noche. Como amor no correspondido de Niña Estrella, Javier Franco, se mostró correcto interpretando a Don Diego, un papel que supo llevar con corrección, aunque no resultó tan destacable como su currículum parecía augurar.
Sandra Ferrández estuvo acertada como Maya, elegante y medida en sus intervenciones junto a Niña Estrella y resuelta en sus dúos con Chamaco, luciendo en todo momento una voz flexible y bien dimensionada. Cerrando el elenco protagónico, Jorge Rodríguez-Norton, habitual de estas temporadas, supo ofrecernos un Chamaco que, aunque modesto en lo vocal, logró empatizar muy bien con el público. Como Gobernador, Vicenç Esteve mostró notables señales de fatiga vocal, especialmente en el primer acto, aunque, por fortuna, estas terminaron disueltas en gran medida entre las muchas tablas del catalán, que logró sacar todo el partido posible a la comicidad de su personaje. Del resto de personajes secundarios merece la pena destacar la presencia de David Rubiera como el Padre Magistral, quien lució un precioso y denso timbre baritonal que nos dejó con ganas de escucharle abordando un papel de más enjundia.
La quirúrgica batuta de Rubén Gimeno al frente de la Oviedo Filarmonía rezumó buen hacer desde el foso. Siempre atento de los cantantes, a los que cedió gran parte de su protagonismo, Gimeno supo llevar la obra a buen puerto, ofreciendo una lectura contrastada en su justa medida: delicada en partes como “Todas las mañanitas” o la Pavana del primer acto; al tiempo que capaz de crear tensión en otros momentos como el final del segundo.
Tras escuchar al Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo en Doña Francisquita, desilusionó en cierta medida verle relegado de nuevo a un segundo plano con este Don Gil de Alcalá, donde sus escasas intervenciones, aunque correctas, no terminaron por convencer plenamente, debido quizás a su desempeño un tanto comprometido en las partes más agudas del registro.