Robert Trevino DR 

El comienzo de una época

Vitoria-Gasteiz. 10/10/2017. Teatro Principal. J. Brahms: Schicksalslied, op. 54. L. Bernstein: Chichester Psalms. G. Mahler: Sinfonía nº 1 en Re Mayor, Titán. Orfeón Pamplonés (Dirección: Igor Ijurra), Markel Murillo (voz infantil) y Orquesta Sinfónica de Euskadi. Dirección musical: Roberto Treviño.

Robert Treviño es el nuevo director titular de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y el concierto ofrecido en la capital alavesa ha sido el primero de un largo ciclo que nos llevará hasta bien entrado el verano y que este año se basará en la música del siglo XX, sobre todo en la figura de Dimitri Shostakovich aunque no faltarán músicos de tanta categoría como puedan ser Prokofiev, Ravel, Bernstein, Debussy, Lutoslawsky, Britten, Ligeti, Takemitsu o Lazkano. Una apuesta arriesgada que culminará, eso sí, con la enésima Messa da Requiem verdiana del Orfeón Donostiarra.

En estos momentos de comienzos adquiere importancia la obra elegida para presentarse ante abonados y público en general y en el caso que nos ocupa la obra central elegida fue la Sinfonía nº 1, Titán, de Gustav Mahler. Ya se apunta en el programa de mano que Mahler ha sido compañía habitual de Treviño a la hora de las presentaciones y Euskadi no fue una excepción. La lectura de la imponente sinfonía fue muy clara, buscando siempre el matiz, acentuando los evidentes contraste existentes en la partitura y apostando por el protagonismo de las distintas secciones, que respondieron de forma adecuada, sobresaliendo viento (oboe y corno inglés sobre todo) y metales.

Si tuviéramos que destacar un momento apostaría por la claridad y aparente sencillez expositiva del tercer movimiento que, tal y como señala el compositor, fue solemne y medida. El cuarto, tempestuoso y agitado, quedó algo huérfano de fuerza y dramatismo aunque la pequeñez del Teatro Principal supongo que tampoco ayuda a la expansión adecuada del sonido.

Si la obra de Gustav Mahler ocupó toda la segunda parte en la primera la Orquesta Sinfónica compartió protagonismo con el Orfeón Pamplonés, institución cada vez más activa en los concierto de la OSE. La primera de las dos obras, a saber, la Canción del Destino, Schicksalslied, op. 54, de Johannes Brahms fue interpretada con cierta timidez por la masa coral –la entrada fue más bien timorata- y en general los apenas veinte minutos de la obra transcurrieron en un clima de insuficiente inspiración.

La cosa fue diferente cuando se abordaron los infrecuentes y por ello deseados Chichester Psalms, para Coro y Orquesta, de Leonard Bernstein. Es de agradecer que se programe de este compositor algo más que las Danzas Sinfónicas de West Side Story y que se aproveche el inminente centenario de su nacimiento para reconocerlo como compositor de importancia, más allá de la popularidad conseguida con la obra mencionada. Y en este sentido la obra religiosa nos supuso todo un descubrimiento; el descubrimiento de una obra desconcertante por la aparente contradicción entre el texto, cantado por la masa coral en hebreo, y de carácter litúrgico mientras el ritmo nos parecía llevar al mundo de la música danzable, del musical y del frenesí rítmico.

Esta obra, que consta de tres partes, exige al coro constantes cambios de ritmo y la participación de una voz infantil solista en la segunda de ellas. Markel Murillo, el solista en cuestión, no pudo evitar transmitirnos bastante inseguridad en el inicio de su nada desdeñable intervención hasta el punto de provocar cierta zozobra a los oyentes aunque luego superó el problema hasta culminar su parte con éxito. El chaval cantó su parte, también en hebreo, de memoria. El Orfeón Pamplonés, a pesar de las evidentes dificultades técnicas de la partitura supo estar a la altura de la misma, transmitiendo más emoción y hondura que en la obra anterior.

El público vitoriano, tal y como acostumbra tuvo una actitud gélida con los músicos, de lo cual supongo ya habrán advertido al nuevo director. No faltaron dos teléfonos móviles, para que sepa el señor Treviño que en Vitoria-Gasteiz también somos muy modernos y sabemos molestar con arte.