Barbiere_Oviedo24_c.jpg 

Ni fu ni fa

07/09/2024. Oviedo. Teatro Campoamor. Gioacchino Rossini: Il barbiere di Siviglia. Karina Demurova (mezzosoprano, Rossina), Yolanda Montoussé (mezzosoprano, Berta), Nico Darmanin (tenor, Lindoro), Germán Olvera (barítono, Figaro), David Menéndez (barítono, Bartolo), Fernando Latorre (bajo, don Basilio) y otros. Coro Titular de la Ópera de Oviedo. Orquesta Oviedo Filarmonía. Dirección escénica: Rita Cosentino. Dirección musical. Lucía Marín.

Siendo sincero, nada estuvo muy mal en esta función ovetense pero también queriendo ser honesto, nada me pareció brillante. En resumen, que por desgracia, lo que me resultó más llamativo de esta primera función de Il barbiere di Siviglia, el segundo título de la temporada ovetense, fue precisamente la atonía, la falta de chispa, de conexión entre escenario y público, lo que se percibió de forma clara en los aplausos finales, corteses pero lejos de ser efusivos. Nada que ver con la experiencia de la Anna Bolena del mes anterior.

Concurren además dos circunstancias que hacen que la función terminara con un aroma de decepción: la menor, que se decidiera eliminar al menos la mitad de la escena del silabato en el aria Un dottor de la mia sorte. Bien es sabido que esta aria es, quizás, el ejemplo máximo de esta técnica propia de la época del bel canto que denominamos silabato; pues bien, desconociendo quien tomó la última decisión, David Menéndez solo cantó la primera parte y reconozco mi sorpresa en el mismo momento de la función. La segunda decisión, más traumática e incomprensible, fue eliminar en su totalidad la escena final del tenor Cessa di piú resistere. Después del fenómeno llamado Renacimiento Rossiniano las costumbres de la mitad del siglo pasado no son hoy en día aceptables. Cantantes como Rockwell Blake o Juan Diego Flórez y otros muchos pusieron el aria en su sitio, la dignificaron. Es obvio que es complicada, plena de dificultad pero se me hace muy difícil entender cómo se puede programar esta ópera hoy en día asumiendo la amputación de este fragmento.

Barbiere_Oviedo24_a.jpg

Si comenzamos con la puesta en escena, decir que la pobreza de la misma fue lo más llamativo. Rita Cosentino apuesta por el color y las formas casi propias del comic asociando a cada personaje con un color: Bartolo es en su vestuario verde, Rosina un rosa palido, don Basilio, negro, Fígaro, amarillo y el conde de Almaviva, rojo. Toda la ópera discurre entre dos cajas de las tres situadas ocupando todo el escenario. ¿Para qué está la tercera? Aún no lo sé pero las cajas acaban de llegar desde Italia durante la obertura, ellas contienen los personajes y la historia y así los distintos personajes se nos aparecen embalados y cubiertos de plástico. Ahí se acaba la originalidad; de ahí en adelante asistimos a una función que, escénicamente, es de una pobreza llamativa.

A nivel vocal tampoco hubo nada malo pero, insisto, mi idea es que nada terminó por subyugar al espectador, con alguna que otra excepción. La voz de mayor enjundia y mejor proyectada fue la del protagonista, el barítono mexicano Germán Olvera (Fígaro), que le dio al personaje toda la dimensión necesaria. Su amada, Rosina, la encarnó la mezzosoprano rusa Karina Demurova, mujer de enorme presencia escénica y con una voz que corre con facilidad en la zona grave –esta cantante tiene timbre de contralto- pero con una zona aguda muy limitada, así como el volumen. En las arias  Demurova salvó la situación sin brillantez pero con suficiencia pero la mezzo en las escenas concertantes apenas era audible.

Barbiere_Oviedo24_b.jpg

El joven tenor maltés Nico Darmanin es el típico tenorino de voz muy pequeña que ahora se mueve fácil por la zona sobreaguda –en la única incursión que hizo, en la escena de la lección de música- pero que en un teatro de mayores dimensiones le adivino ciertas dificultades. El timbre no es agradable y el volumen, muy limitado. Al personaje no le dio ni la nobleza ni la dignidad que se le supone al conde. Su decisión de eliminar la escena final le delató. David Menéndez no es bajo y el papel de Bartolo, además de la vis cómica, pide una voz solvente en los graves. Al asturiano le sobra la parte cómica pero además de la eliminación ya mencionada, anduvo justito en la tesitura grave. 

Al vizcaíno Fernando Latorre le habré oído en decenas y decenas de funciones pero nunca en un papel de tanta enjundia como es el don Basilio. Tiene muy buena intención y enorme profesionalidad aunque La calumnia está unida por la historia discográfica a las voces de bajo más grandes de la historia y no puedo sino confirmar que la voz de Latorre no llegaba a responder a esa tradición. En cualquier caso, me alegro por el paso dado por el cantante y ojalá pueda tener más oportunidades de este tipo. La ovetense Yolanda Montoussé dio a Berta un relieve inesperado, su voz adquirió gran protagonismo en los concertantes y su aria de baúl la cantó con mucha dignidad.

Barbiere_Oviedo24_d.jpg

Muy bien el Fiorello de Isaac Galán y me llamó la atención el realce vocal que dio el miembro del coro Francisco Sierra al papel de oficial. Aaron Martín encarnó a Ambrogio aunque, en realidad, fue quien coordinó todo el trabajo escénico desde el mismo. Martín siempre me recuerda a Harold Loyd sin que sepa capaz de explicar por qué. Muy bien el coro en su breve papel.

Lucía Marín es la última responsable de la función y si he comenzado escribiendo la falta de chispa, supongo que ella será la última responsable de ello. Algunas páginas rezumaban aire rossiniano para, en otras, apostar por una lentitud difícilmente explicable. Un espectador –literalmente, un espectador- la abucheó tanto al comienzo del segundo acto como en los saludos finales y ello me parece excesivo.

Justo antes del comienzo del aria de Berta la función se detuvo por diez o doce minutos por la indisposición de un/a espectadora –creo que en el segundo piso- que provocó la salida apresurada hacia el lugar de distintos médicos presentes en platea en cuanto fueron conscientes de la situación. En definitiva, una función de interés escaso que pareció asimilar el tiempo exterior, oscuro, plomizo y poco esperanzador. Todo esto, cuando se habla de Rosinni, es una lástima.