Currentzis, el prestidigitador
Parma, 12/10/24. Festival Verdi. Obras de Verdi, Chaikovski y Shostakovich. Orquesta MusicAeterna. Teodor Currentzis, dirección musical.
Escuchar un concierto de Teodor Currentzis siempre supone un ejercicio especial. El director ruso de origen griego nunca deja indiferente, porque su modo de acometer las composiciones que programa, tanto en el enfoque estilístico como en el puramente gestual, es diferente al habitual que se puede ver u oír en auditorios y teatros. Su marcado estilo lo hace acreedor de filias y fobias, pero no creo que a él le moleste, forma parte de su manera de interpretar y de transmitir lo que siente por la música. Es un prestidigitador en el sentido positivo de la palabra: utiliza las manos, los gestos, las miradas para hipnotizar a un público y sobre todo a una orquesta que desde que él se sube al podio cae bajo su influjo.
Al menos esto es lo que ocurrió en el pasado concierto ofrecido en el Teatro Regio di Parma dentro del Festival Verdi, en una nueva sección del festival que se ha venido en llamar Ramificazioni y que parece querer enlazar algunos temas básicos de ciertas óperas de Verdi, como el poder y la política, con obras de otros compositores que tengan las mismas raíces. No sé si eso concuerda mucho con el programa elegido por Currentzis pero siempre es una buena excusa para oír a este interesante intérprete y su fabulosa Orquesta MusicAeterna.
En el templo de la esencias verdianas, como los aficionados parmesanos y muchos de los italianos consideran al público del Regio por su exigencia purista, el director presentó una vibrante, arrebatadora y contrastada obertura de La forza del destino de Giuseppe Verdi. Fue un primer paso para ganarse a la audiencia que vio como Currentzis exponía pronto sus cartas: un gesto expresivo, casi excesivo, pero contundente, un contraste marcadisimo entre las partes más líricas y las más vibrantes, y un volumen orquestal arrebatador que entusiasmó a los aficionados. Los aplausos en la “casa Verdi” fueron estruendosos.
Vino después una composición que poco tiene que ver con el poder o la política y que introdujo un toque especialmente elegante al programa. Las variaciones rococó para violonchelo y orquesta op. 33 de Piotr Chaikovski. Este escribió esta pieza para Wilhelm Fitzenhagen, violonchelista alemán y profesor del Conservatorio de Moscú en 1876, y fue estrenada al año siguiente. Su aire clásico (al que acudirán ya en el siglo XX otros compositores rusos como Prokofiev o Stravinski) y un poco ligero está tratado con esa elegancia innata y ese talento tan propio de Chaikovski, consiguiendo un cuasi concierto de cello y orquesta en el que el virtuosismo del instrumento protagonista es el eje central de la composición.
Miriam Prandi es una joven instrumentista italiana que demostró un talento excepcional en la interpretación de las diferentes variaciones, acompañada con sumo tacto por Currentzis, dejando todo el protagonismo a la solista. Impresionante en todo momento, resultó especialmente delicada en la cuarta variación, de un lirismo casi apabullante, y es que es una de esas joyas en las que la impronta de Chaikovski es inconfundible. Con tres propinas de excepcional dificultad técnica, Prandi demostró que es una instrumentista con talento y un virtuosismo excepcional.
El plato fuerte del concierto vino con la interpretación de la 5ª sinfonía en Re menor op. 47 de Dimitri Shostakovich. Estrenada en 1937 en plena polémica con el periódico Pravda y la mano negra de Stalin, que empezaba sus terribles purgas, el compositor intenta crear una obra que cumpliera estrictamente las normas del realismo socialista. Pero, con la maestría que le caracterizaba, supo también transmitir un sentimiento de dolor y desconcierto ante la censura de sus creaciones. Es una declaración soterrada de esa lucha que siempre mantuvo entre sometimiento y rebeldía, y que tanto afectó a su trayectoria personal.
Currentzis abordó esta obra maestra marcando de forma contundente los distintos planos de la partitura, pasando del forte al pianissimo más extremo, aprovechando el tremendo trabajo de sus músicos, siempre atentos, siempre al límite. Parece no dirigir, el trabajo debe venir hecho de los ensayos porque con un gesto, y a veces ni eso, los maestros acometen la parte tal y como quiere el director, que, de todas formas, es como un gran molino de viento que agita los brazos, las manos (sin batuta) y el cuerpo para imprimir el sello a su interpretación, que algunos discutirán por efectista y quizá un poco superficial, pero que en directo resulta estimulante y bella, diferente, otra forma de enfocar la magia de Shostakovich que, creo, que es tan legítima como otra cualquiera. Me quedo, sin duda alguna, con el increíble virtuosismo de la orquesta, con esa maestría de ejecución, con el perfecto anclaje entre las distintas familias, en lo que tendrá que ver Currentzis seguramente pero que no quita mérito a unos profesionales excepcionales.