Lo vibrante y lo epatante
Madrid. 12/01/2025. Auditorio Nacional. Obras de Mozart y Szymanowski. Orquesta y Coro Nacionales de España. Coro de la Comunidad de Madrid. Tomislav Mužek, tenor. Simone Young, dirección musical.
Brillante programa el dirigido este fin de semana por Simone Young al frente de la Orquesta y Coro Nacional de España, un conjunto que despedía el año anunciando a Kent Nagano como sucesor de David Afkham al frente de la dirección musical y artística de la entidad. Da la impresión, cada vez más asentada y compartida, de que en la OCNE se están haciendo las cosas bien: por la ambición bien medida con el repertorio, por un lado, y por la calidad y regularidad de las batutas invitadas, especialmente.
Simone Young regresaba aquí por cuarta vez como directora invitada -tras sus visitas de 2014, 2019 y 2023-, dando forma a un programa atractivo e inusual, con la 38 de Mozart y la Tercera de Szymanowski, dos obras contrastadas, diversas y por ello mismo quizá insólitamente complementarias, hermanadas recónditamente por un común halo teatral.
Me sorprendió especialmente el Mozart, una sinfonía 'Praga' de aire vibrante, expuesta con articulación exquisita y cuidadísimos balances entre secciones. Young encontró el punto exacto desde donde otorgar poso y vida a una partitura -de 1786, cuando el compositor contaba treinta años de edad- donde se dejan entrever los tintes dramáticos que tomaron forma poco después en el célebre Don Giovanni -estrenado dos años después, en 1787- al lado de motivos y texturas mucho más radiantes y efusivas que entroncan con Las bodas de Fígaro -del mismo año que esta sinfonía, contemporánea también del Concierto para piano no. 25-.
Digo que me sorprendió este atinado Mozart porque no es que Young se haya significado precisamente con este compositor, y aquí lo hizo, y tampoco es que la ONE tenga una tradición mozartiana muy asentada. Los años con David Afkham al frente han priorizado, y seguramente con buen tino, el desarrollo del lenguaje del gran romanticismo sinfónico, por así llamarlo, de Beethoven a sus últimos coletazos con Bruckner, Mahler y Strauss, pasando por Schumann, Schubert, Mendelssohn y compañía.
Pero Mozart es otra cosa, es realmente complicado dar en el clavo con su música. Y para mi sorpresa, lo confieso, Simone Young consiguió que la ONE sonase sumamente entonada, flexible y natural con esta Sinfonía no. 38, resuelta con una solvencia inusitada. La directora australiana atinó además con la disposición y dimensiones del conjunto orquestal, rematado además con el uso de timbales y trompetas bajo criterio historicista -no así las trompas-. Igualmente Young dispuso todas -o casi todas- las repeticiones prescritas en la partitura.
Simone Young se maneja con suma destreza con obras como la Tercera de Szymanowski, de grandes dimensiones, de medios suntuosos y de complejidad evidente. Inspirado por los versos del Canto de la noche del poeta y teólogo del siglo XIII Yalāl ad-Dīn Rūmī, con esta partitura el compositor polaco dio una vuelta de tuerca a su estilo compositivo, que había bebido de Chopin y Wagner y que se adentraba ahora en los aledaños de Scriabin, Ravel o Debussy, entre otros autores que influyeron en su hacer.
En manos de Young la obra sonó sin embargo natural, cómoda y fluida, sin atisbo de sobreesfuerzo, sin impostura, con alma y con técnica a partes iguales. Young aportó seguridad y contundencia, sin apabullar, epatando pero sin saturar al oyente. Quizá haya en el hacer de Young un punto excesivo de control y autoridad, lo que a veces no permite que se despliegue todo el potencial de la obra. Pero la solidez arquitectónica de la lectura se impuso por méritos propios.
Excelente trabajo, durante todo el concierto, de los cuerpos estables de la Orquesta y Coro Nacionales de España, reforzados en el Szymanowski por las huestes del Coro de la Comunidad de Madrid, con la atinada contribución del tenor Tomislav Mužek, quien fuera Walther en Los maestros cantores del Teatro Real, el pasado mes de abril. Mención aparte para la brillante contribución de la concertino Valerie Steenken, atinadísima.
Fotos: © Rafa Martín