Austeridad musical

Pamplona-Iruña. 27/02/2025. Auditorio Baluarte. Obras de Fernando Remacha y Anton Bruckner. Andrea Jiménez (soprano), Leticia Vergara (mezzosoprano), Gillen Mungia (tenor), Iosu Yeregui (bajo), Coral de Cámara de Pamplona (dirección: David Gálvez) y Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección musical: Perry So. 

Reconozco mi desconcierto al término de Jesucristo en la cruz, obra estrenada en 1963 y escrita ex profeso para la Semana de Música Religiosa, de Cuenca de ese mismo años por el tudelano Fernando Remacha y que, de forma lógica, ha programado en uno de sus conciertos de abono la Orquesta Sinfónica de Navarra. Me parece una decisión muy adecuada pero, insisto, mi desconcierto personal fue evidente ante una obra de carácter religioso con un texto que proviene del Cancionero, de Barbieri y que apenas dura veinte minutos, sobre todo por el exigido despliegue de medios, claramente desequilibrado.

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Navarra ha de preocuparse de sus compositores sin que ello suponga reivindicar el chauvinismo porque, seamos sinceros, si los navarros no los programan, ¿quién lo va a hacer? En el programa de mano del concierto anterior de Tudela su puede leer que quizás estemos ante la página maestra del compositor pero, sinceramente, me extraña: cuatro solistas vocales y una coral de cámara es demasiado despliegue para una obra demasiado breve. Cada solista vocal apenas canta unos pocos minutos aunque el coro sí que tiene alguna página de cierta entidad. Desde luego, leer que Remacha estuvo en su proceso de formación en contacto con Gian Francesco Malipiero y Karl Heinz Stockhausen no hace sino acrecentar mi desconcierto una vez escuchada la obra.

Nadie le negará la espiritualidad aunque lo más certero sería reivindicar su austeridad religiosa, con un canto –sobre todo el coral- que nos acerca más a la tradición renacentista de Tomás Luis de Victoria más que a la modernidad vanguardista de los 60 del siglo pasado. Pero se exigen demasiados medios para el resultado final. Por ello, las voces respondieron con acierto a la obra y Andrea Jiménez, Leticia Vergara, Gillen Mungia e Iosu Yeregui estuvieron a la altura, así como la Coral de Cámara de Pamplona. Perry So dirigió la obra como si se la creyera.

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Pocos compositores estarán más unidos al concepto de la austeridad religiosa como Anton Bruckner, quien firmaba muchas de sus obras con el pertinente Ad majoren dei gloriam, en símbolo de su sumisión y fe. Bruckner es un compositor que despierta pasiones encontradas y no quiero evitar el escribir que siempre he envidiado a aquellos que sienten por el corpus sinfónico de este compositor una auténtica devoción cercana al paroxismo. No comparto esta devoción, que la guardo para Gustav Mahler, pero al término de la Sinfonía nº 6 en la mayor del compositor reconozco que se me abrió una puerta a este intrigante mundo.

Pocos compositores reflejan mejor el carácter abstracto de la música como la obra de Bruckner. Muchas veces se le une a ésta adjetivos como “catedralicio”, “monumental” y similares además de unir una y otra vez la obra sinfónica con el órgano, instrumento propio de la tradición eclesiástica y de obvio interés del compositor. Y en este aspecto, la labor de Perry So me parece digna de subrayar. Valga como ejemplo el perfecto diseño del pizzicato ostinato de los contrabajos en el tercer movimiento Scherzo: ruhig bewegt, que acababa redondeado por la impagable labor de trompas y resto de metales, que tuvieron una velada a gran altura.

En definitiva, un concierto de grandes contrastes entre la simplicidad de Remacha y la grandiosidad de Bruckner, que encontraron el punto de encuentro en la austeridad religiosa, elemento que impregnaba todo el concierto.

Fotos: ©  Iñaki Zaldua