El orden y la expresión
Barcelona. 04/04/2025. Auditori. Obras de Ravel, Gerhard, Parra y Mussorgski. Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Ludovic Morlot, dirección musical.
Ya en el título estrella de la velada aparecía Maurice Ravel como orquestador de los Cuadros de una exposición de Mussorgski, pero no era esta la única aportación de Ravel en el programa puesto que el concierto se iniciaba con la bellísima Alborada del gracioso. Gran orquesta (dos arpas) y todo el colorido propio de su autor. Ludovic Morlot optó por un estilo antiromántico, más toscaniniano que otra cosa como, por otra parte, parace razonable tratándose de Ravel. Sin embargo, la rigidez en los tempi (y en la expresión) no compensó el buen rendimiento técnico de la orquesta porque faltó sensibilidad en los detalles y un equilibrio adecuado entre secciones.
La obra que completaba la primera parte era el Concierto de violín de Robert Gerhard. Una obra preciosa, divertida y muy comunicativa escrita entre los años 1942 y 1945. El estreno se llevó a cabo en Florencia, en mayo del año 1950, bajo la dirección de Hermann Scherchen. El concierto tuvo que esperar casi quince años para ser estrenado en Barcelona, dado que Gerhard estaba exiliado desde el fin de la Guerra Civil y no era afecto al régimen. Cierto eclecticismo entre elementos postrománticos, seriales e impresionistas, glissandi de metales que rememoran el Pelleas und Melisande de Arnold Schoenberg (su maestro entre 1923 y 1928, con el que mantuvo una amistad bien documentada por su correspondencia hasta la muerte del austríaco) caracterizan la obra.
La ejecución fue mecánica y aburrida en la introducción orquestal. La música da mucho más de sí pero el discurso fue rutinario, particularmente en el tercer movimiento. Muy pulcra, en cambio, la violinista Carolin Widmann, con estupendas dobles cuerdas en el Largo. Limpia, expresiva y más flexible que el maestro Morlot, ofreció una ejecución excelente.
La segunda parte empezó con Deux constellations pour orchestre d’après Joan Miró, obra de encargo de L’Auditori y por tanto estreno mundial. Una obra muy corta y descriptiva, basada en el conocimiento serio que el autor tiene de la obra de Miró. No voy a insistir ya más en el tema para no aburrir a los lectores pero la acústica del Auditori, con ese sonido chillón de las maderas y la estridencia de ciertas percusiones, no ayuda en nada cuando se trata de una obra nueva con una instrumentación bastante colorista.
Y llegamos así al plato principal. Ni más ni menos que los Cuadros de una exposición de Mussorgski en la versión orquestal de Ravel. Ya en el paseo inicialse confirmó una rigidez incomprensible que destruye el fraseo y la polifonía sepultada por la voz principal. Tampoco en el Gnomo el enfoque directorial dejó respirar las frases iniciales de las cuerdas, aparte de exhibir un marco dinámico rigidísimo. Y así con el desequilibrio dinámico entre los solistas de las maderas en el Viejo castillo. Sin embargo, aunque en Bydlo le faltó carácter a la pieza el climax estuvo muy bien ejecutado y los buenos momentos continuaron en el paseo siguiente y en las bellas cuerdas graves en Samuel Goldenberg. Pero los metales siguieron comiéndose a las cuerdas en Baba Yaga y la Gran puerta de Kiev careció de grandeza, particularmente en el crescendo que conduce a la última aparición del monumental tema final. Una tendencia general de la velada que tiene más que ver, probablemente, con la necesidad de mantener el orden que con ninguna voluntad expresiva. Una lástima para un programa lleno de puntos de interés.
Fotos: © May Zircus