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Jordi Francés: "Mi aspiración es que un estreno no suene a estreno"

Durante la temporada 24/25 el director valenciano Jordi Francés consolida importantes vínculos artísticos con entidades tan relevantes como el Teatro Real de Madrid o la Orquesta y Coro Nacionales de España, amén de Les Arts en Valencia o al Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. En ocasión de una temporada tan repleta para él de compromisos relevantes, conversamos en la antesala del estreno del programa doble con La vida breve de Manuel de Falla y Tejas verdes de Jesús Torres que estos días ensayan en Madrid.

Comencemos hablando del proyecto que le trae de nuevo al Teatro Real, un sugerente programa doble que une una obra tan emblemática como La vida breve de Falla con un estreno de Jesús Torres, Tejas verdes. ¿Qué nos puede contar sobre esta propuesta y sobre el proceso de trabajo en el que están ahora inmersos con los ensayos?

Este proyecto es muy especial para mí. Siento que es como si fuera la evolución natural de mi relación con el Teatro Real, una institución que de alguna manera me ha visto crecer como músico y como director de ópera. Este teatro me ha dado las oportunidades para desarrollarme en este sentido y estoy encantado de seguir trabajando con ellos. En 2021 hicimos el estreno de Tránsito, la primera ópera de Jesús Torres, desde entonces he seguido colaborando con más de un título por temporada, y ahora nuevamente volvemos a colaborar con música de Torres, con un estreno de gran formato junto a La vida breve, precisamente la obra con la que el Teatro Real reabrió sus puertas en 1997. En conjunto, es un programa doble con dos óperas españolas, La vida breve que se estrenó en 1913, y Tejas verdes que se escribió el año pasado, en 2023.

El Teatro Real da la impresión de haber apostado muy en serio por este programa doble, contando con un elenco de artistas muy notable para darle forma. 

Así es, el Teatro Real ha apostado por un reparto extraordinario, con solistas fabulosos en cada uno de los roles. Además, este proyecto me permite volver a colaborar con Rafael Villalobos, con quien tan buena sintonía tuvimos en el Orphée de Philip Glass en 2022. No es nada fácil poner en pie estas dos óperas y creo que con el trabajo conjunto estamos sentando unas premisas muy buenas para darle vida. Además, Rafa está planteando conexiones y dramaturgias internas que interrelacionan a los personajes de las dos óperas de una manera bellísima. 

Creo, por lo que hemos comentado antes de iniciar esta entrevista propiamente dicha, que se ha embarcado en la búsqueda de una suerte de verismo español. Me ha parecido una reflexión muy interesante, creo que sería bueno abundar en ello.

Sí, las peculiaridades que tiene el castellano para el canto es algo que llevo reflexionando profundamente durante años. En el proceso creativo para dar forma a La vida breve, sobre todo junto a Adriana González, que interpreta el rol de Salud y otros personajes principales de ambas óperas, nos hemos dado cuenta de que no existe realmente una tradición canora reconocible que podamos asociar a la ópera española, más allá de grabaciones de referencia como la de Victoria de los Ángeles. Creo que debemos comprometernos con la búsqueda de ese verismo propio, que pueda nacer de nuestra propia idiosincrasia y de nuestra propia tradición musical, sin complejos, sin pretender sentar cátedra ni lanzar un mensaje recargado. Es algo más esencial: la búsqueda de una manera determinada de incidir en el texto, de frasear, de vivir la emoción… Está siendo muy bello y enriquecedor plantear y repensar todo esto junto al elenco y el equipo artístico para poner en pie La Vida Breve y que esté llena de sentido para la escucha actual. 

Mencionaba ahora la obra de Philip Glass y lo cierto es que el repertorio contemporáneo, incluso la obra de nueva creación, ha sido una constante en su agenda más reciente, durante estos últimos años, quizá incluso a riesgo de que se le pueda encasillar en esas demarcaciones del repertorio. Lo cierto es que sus intereses y su experiencia anterior van mucho más allá, incluso llegando al Barroco y la música antigua. 

Totalmente. De hecho, me gustaría aprovechar esta conversación para lanzar este mensaje: yo nunca he tenido una voluntad manifiesta de erigirme como un especialista en el repertorio contemporáneo. Es verdad que mi agenda se ha dado así, y me encanta la buena música actual, he asumido cada vez más proyectos en este sentido, pero no ha sido algo premeditado. Dicho esto, es cierto también que mi forma de entender este trabajo tiene que ver con programar de forma dinámica, con interesantes desafíos o novedades para generar un itinerario de escucha fresco. Esta forma de pensar me ha llevado de forma natural a estar involucrado en la creación de óperas nuevas y todo tipo de estrenos, a colaborar con muchos compositores y desarrollar relaciones artísticas tremendamente enriquecedoras como la que tengo con Jesús Torres.

Lo cierto es que durante mi carrera he hecho muchísimo repertorio de todas las épocas: he hecho casi todas las sinfonías de Chaikovski, por ejemplo; he hecho Mahler, Strauss, Beethoven, Dvorák… Mi repertorio es amplio y quiero que lo siga siendo. También he hecho música antigua y en las próximas temporadas vuelvo a tener proyectos en este sentido, también con ópera barroca. Esa es una vertiente de mi actividad como director que quiero desarrollar más en el futuro.

Lo cierto es que el entorno de la música clásica tiende a etiquetar a todo el mundo: directores, cantantes… como si fuera necesario meterlos a todos en cajones estancos y bien reconocibles, cuando la riqueza de las carreras está precisamente en esa permeabilidad entre repertorios, ¿no cree?

Efectivamente. Gracias por apuntar esto. Por razones obvias se me ha ido etiquetando en un rincón del repertorio, el de la música contemporánea, que yo no he buscado. Me siento cómodo ahí, por supuesto, no niego mi afinidad con el repertorio contemporáneo, pero me gustaría mirar más allá. Y si lo digo es porque creo que puedo tener algo que aportar en otros repertorios; si no lo creyera, honestamente, no lo diría.

Hace algunos años, el desaparecido Peter Eötvös, de quien aprendí cosas muy potentes, me dijo algo que no deja de resonar en mi mente de un tiempo a esta parte. Me dijo: “Tienes una forma de hacer música muy valiosa, que no te extrañe que solo te llamen las entidades musicales sólidas y con criterio”. Es una frase que durante mucho tiempo no entendí pero que ahora me viene a la cabeza cuando miro mi agenda y veo que tengo una relación importante con entidades como el Teatro Real, la Orquesta Nacional de España, o el Palau de les Arts. 

Yo no soy, ni pretendo ser ese perfil de artista que está hoy en Nueva York, mañana en Hong Kong y pasado en Berlín. Me considero más bien un artista de largo recorrido, una persona de vínculos fuertes con entidades que se desarrollan de manera natural. Así es como mejor trabajo y ese modelo es con el que más me identifico.

¿Cuál es su mirada sobre su trabajo? Quiero decir, ¿en qué consiste su trabajo desde el podio? Reflexionemos un poco sobre esto.

Yo siempre he entendido mi trabajo como una cuestión de honestidad.

¿En qué sentido?

Lo que da sentido a nuestro trabajo como directores es el hecho de aportar una mirada interesante, a veces nueva, sobre obras ya conocidas, pero no por el mero hecho de la novedad, lo nuevo por lo nuevo. La música es un arte vivo; y esto no significa solo atender a los estrenos y a la nueva creación, sino tener también una mirada crítica sobre el canon y el repertorio histórico.

Yo miento muy mal (risas). Se me nota enseguida cuando estoy diciendo una media verdad. Y haciendo música me pasa lo mismo; necesito creer en lo que hago. A eso me refería con la honestidad como clave fundamental desde la que entender mi trabajo como director musical.

En el caso de la música nueva, mi aspiración es que un estreno no suene a estreno, que suene con la familiaridad de una interpretación de las obras de repertorio. Con el proceso de ensayo intento generar una pequeña tradición de modo que la tensión esté en la música y no en el hecho de que sea un estreno.

Jordi_Frances_Ricardo_Rios_Visual_Art.jpg© Ricardo Ríos

Cambiando de tercio, con la Orquesta Nacional de España volverá a colaborar próximamente, esta vez dentro de su ciclo de abono, con un programa que incluye una obra tan canónica, de puro repertorio romántico, como la Octava sinfonía de Dvorák.

Con la ONE tengo la suerte de poder haber desarrollado una relación dilatada en el tiempo, con proyectos que han ido in crescendo. Este programa de abono me hace por ello especial ilusión y culmina también de algún modo esa relación con la orquesta.

Con ellos hice anteriormente varias colaboraciones: lo primero de todo fue un ‘Satélites' con el Concierto de cámara de Ligeti, La pregunta sin respuesta de Ives y una obra de Bartók; luego hice Pulcinella una primera vez, antes de la pandemia; después la volvimos a hacer, tras la pandemia; luego hice ‘Conozcamos los nombres’ con Shostakovich y Schreker; y finalmente La peste de Gerhard en el Focus Festival. Ésta va a ser pues mi sexta colaboración con la ONE, una orquesta a la que he visto crecer, al tiempo que ellos me veían crecer a mí como director.

Por eso quise escoger para este programa una sinfonía, como la Octava de Dvorák, familiar para ellos y donde nos pudiéramos sentir cómodos y desarrollar un trabajo distinto. Distinto en el sentido de que hasta ahora casi toda la música que he hecho con la ONE era nueva para ellos o al menos poco frecuente. Y en esos casos el trabajo que se plantea es otro, muy distinto al punto de partida con el que se puede abordar una sinfonía como la de Dvorák.

El concierto lo empezaremos con un poema sinfónico de Oscar Esplá, El sueño de eros, una obra de juventud del compositor alicantino. Estoy inmerso en un proyecto, junto con la Fundación Mediterráneo, para recuperar y difundir la obra de Oscar Esplá, uno de los grandes músicos, quizás olvidados de nuestra historia reciente. Con la ONE también haremos el Concierto para siete instrumentos y orquesta de Frank Martin. El nexo con Dvorák de estas obras es la fricción entre lo académico y lo popular, ese diálogo constante y sugerente que tantas páginas ha insipirado.

También ha tenido una extensa relación con la ORCAM, si no me equivoco.

Sí, es otra institución con la que he hecho de todo. De hecho, vuelvo a colaborar con ellos en breve. Con la ORCAM tenemos un proyecto con coro y orquesta en la Semana de Música Religiosa de Cuenca. Haremos la Misa de Stravinski junto con un estreno de un compositor local, Manuel Millán de las Heras. La ORCAM es otra de las instituciones que me facilitaron oportunidades desde muy temprano. He crecido con ellos, desde mi primera vez con la Joven Orquesta en 2010, con ellos he hecho ballet, ópera, sinfónicos, giras, orquesta de cuerdas, ensemble de vientos, ensemble contemporáneo… En el último encuentro con ellos hicimos la Patética de Chaikovski el verano pasado, estuvieron fantásticos. En la temporada de la ORCAM, en 2020, hicimos el estreno del Concierto de clarinete de Jesús Torres, con Joan-Enric Lluna, junto con la Sinfonía no. 15 de Shostakovich. Lo recuerdo con mucho cariño y estoy deseando reencontrarme con ellos. 

¿Qué otros proyectos relevantes tiene esta temporada?

Haré el taller de compositores de la Real Filharmonia de Galicia, que me parece una iniciativa fantástica. Hemos escogido siete obras en una convocatoria en la que se presentaron partituras de compositores y compositoras de todo el mundo. El profesor del taller de composición será José María Sánchez-Verdú, y durante una semana prepararemos los estrenos de las obras con la orquesta terminando la semana con un concierto. Es una iniciativa fabulosa y muy necesaria para dar espacio y que puedan aparecer nuevas voces que aporten ideas frescas y nuevas escuchas.

La Real Filharmonia de Galicia está haciendo un trabajo estupendo, por cierto. Estuve hace dos temporadas haciendo la Cuarta de Schumann y ahora, recientemente, he vuelto para el curso de dirección. La entrega y disposición de la orquesta fue fantástica, muy colaborativos y generosos.

Por otro lado, reponemos en Oviedo La Regenta de Marisa Manchado que hicimos con Bárbara Lluch en Madrid. Es un proyecto al que pusimos muchísimas energía y cariño y es fantástico poderlo volver a poner en pie. Entre todos logramos que quedase un espectáculo muy interesante y nos hace mucha ilusión hacerlo en el Campoamor de Oviedo.

Y regreso al Palau de Les Arts, donde he estado ya un par de veces. Este año haremos en junio el proyecto centrado en Britten que se tuvo que posponer por la dana. Yo soy valenciano de origen y el trabajo con Les Arts y su orquesta siempre es un placer. Con ellos hicimos una nueva producción de Tránsito y fue un trabajo fabuloso. Con Les Arts tenemos ya sobre la mesa también proyectos para próximas temporadas.

Jordi_Frances_RicardoRios_primer_plano.jpg© Ricardo Ríos

Respecto a su dedicación a la dirección musical. ¿Cómo surgió? ¿Fue primero la vocación por la música o directamente la vocación por la dirección como tal?

Yo siempre fui muy creativo e inquieto, desde pequeño. Empecé con la música de una manera bastante natural, casi ingenua, tocando la guitarra. En la Comunidad Valenciana el entorno de las bandas de música siempre ayuda a crecer haciendo música desde la infancia. Empecé como percusionista y enseguida quise crecer y salir fuera.

Me fui a Holanda con dieciocho años y cursé allí mis estudios superiores. Me fui un poco a la aventura y allí terminé las dos carreras que estudié, percusión y dirección de orquesta. Después trabajé un par de años como percusionista de orquesta, pero siempre me interesaron más los proyectos de música de cámara y la música actual.

Volví entonces a España y empecé a hacer muchas cosas, muy diversas y un tanto dispersas. Es entonces cuando me surgen mis primeros compromisos para dirigir, por ejemplo, con la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid, con quienes hice muchísimos proyectos a partir de 2010. Llegó un momento en el que mi actividad como director fue creciendo de tal manera que tuve que elegir y dejé a un lado mi actividad como percusionista.

Por otro lado, a mí siempre me ha interesado mucho la ópera y en ese sentido tuve ocasión de trabajar como asistente de Josep Pons en el Liceu. Con él hice Götterdämmerung, Elektra, Katia Kabanova, L´enigma di Lea y otros títulos.

Llegó un momento en el que consideré que debía labrarme mi propia agenda y surgieron algunos proyectos en Madrid, como el Brundibár del Teatro Real. Mi relación con David Afkham fue también importante, me pidió asistirle en Bomarzo de Ginastera, la primera ópera que él hizo en el Teatro Real, donde cada año he tenido ocasión de dirigir un par de proyectos, quizás cada vez más notables, culminando con este programa doble que estamos ensayando ahora.

Su relación con la ópera no es desde luego menor e imagino que pretende que este género siga teniendo un rol determinante en su agenda por venir. ¿Qué repertorio le gustaría abordar, en este sentido?

Si tuviera que hacer una lista, con títulos concretos, incluiría óperas como Elektra, Salomé, Tristan und Isolde, por ejemplo.  Asistí a Pons en el Tristan del Liceu y después a Afkham con la ONE y realmente es una obra que me fascina. Aunque pueda sonar curioso, me encanta también Rossini, y Mozart, por supuesto.

Curioso, ciertamente. No creo que nadie le asocie hoy en día, a priori, con Rossini.

Sí, no es que me interese todo de Rossini, en bloque. Pero algunas de sus obras me fascinan y me encantaría dirigirlas, como Semiramide y alguna otra. Yo necesito creer en las obras que dirijo y para eso necesito una relación potente entre el libreto y la música. Tengo una forma de entender la ópera que parte de la dramaturgia, del teatro, que es un género que me fascina. He compuesto también música para teatro a partir de mi amistad con Juan Mayorga, colaboré en algunas obras que él dirigía, y aprendí mucho en los procesos de creación con él. También durante el proceso de creación de su ópera La paz perpetua con música de José Río Pareja, que es una de las mejores óperas de cámara que conozco y que creo que merece estar presente en las programaciones. 

¿Sería capaz de hacer una lista de deseos, en términos de repertorio?

Si tuviera que hacer una carta a los Reyes Magos, digamos, incluiría títulos como Jenufa y Katia Kabanova de Janacek, Le grand Macabre de Ligeti Salome y Elektra de Strauss, además de su Arabella que ya pude dirigir en el Real. En realidad, todo el repertorio de Strauss me parece fascinante: Capriccio, Intermezzo, Die Frau ohne Schatten, etc. También incluiría cualquier ópera de Schreker y Zemlinsky, el Moses und Aron de Schönberg, Iolanta de Chaikovski y cualquier ópera de Stravinski, especialmente el Oedipus Rex. Y por supuesto también algún Mozart, como El rapto en el serrallo o el Così fan tutte, especialmente el Mozart con algo de sentido del humor me atrae más que el puramente dramático.

No ha citado el repertorio barroco y la zarzuela, pero imagino que también están ahí, en su horizonte.

Por supuesto, en este momento estamos en conversaciones para poder concretar algún proyecto con la Zarzuela. Y en el caso de la ópera barroca, hay ya proyectos concretos para las próximas temporadas. Yo hice música del barroco hace mucho tiempo, y los últimos años en todos los proyectos que he hecho con Xavier Sabata ha surgido la chispa y la ilusión de trabajar juntos en un proyecto barroco, por lo que estamos en conversaciones para hacer juntos una ópera barroca, con una mirada fresca.

Está también implicado en un importante proyecto de formación, con la Escuela Reina Sofía.

La docencia me ha interesado mucho siempre y he hecho muchísimos encuentros con orquestas jóvenes, especialmente en Madrid, Barcelona y Valencia. He hecho también varios proyectos con la Orquesta de la Escuela de Música Reina Sofía. Y precisamente allí llevaban tiempo pensando en crear una cátedra de dirección de orquesta. Desde la Escuela se decidió ponerla en marcha contando con Nicolás Pasquet como profesor principal, una de las figuras más importantes de la pedagogía de la dirección de orquesta de las últimas décadas. Su trabajo en Weimar ha sido un modelo para muchas otras escuelas en todo el mundo. 

Desde la Escuela me pidieron entrar a formar parte de este proyecto como profesor asociado, para repertorio del siglo XX y ópera, lo mismo que Miguel Ángel García Cañamero para la dirección coral. La verdad es que es un proyecto extraordinario, durante el año tenemos prácticas con orquestas profesionales de muy diversos lugares. Es un programa realmente sólido, únicamente para cuatro alumnos, de un altísimo nivel artístico y también humano. Está siendo una experiencia fantástica. Los estudiantes que tenemos son ya directores con una formación amplia, que necesitan quizás algo de orientación, consejos, ampliar su repertorio y tener más experiencias enfrente de orquestas para terminar de encauzar una carrera profesional.