Jorge Yagüe: "A un artista hay que valorarlo por su forma de hacer arte, no por su edad"

Recientemente galardonado con el primer premio en el Concurso de Dirección de Orquesta de Juventudes Musicales de España, el joven director madrileño afianza así una trayectoria ascendente. Titular de la Joven Orquesta Leonesa desde 2019, continúa ampliando su formación en la Zürcher Hochschule der Künste. Ha colaborado asiduamente con directores como Pablo González, Álvaro Albiach o Nuno Coelho, ha recibido consejos de maestros como Daniele Gatti o Marin Alsop y próximamente tendrá ocasión de ampliar su experiencia junto a Paavo Järvi. En ocasión de este reciente galardón conversamos con él para conocer más de cerca sus primeras experiencias profesionales y sus próximos proyectos.

En primer lugar enhorabuena por este galardón, por el primer premio en el Concurso de Dirección de Orquesta de Juventudes Musicales de España.

Gracias. Estoy muy contento. La verdad es que, consciente de lo que cuesta desarrollar una carrera como director de orquesta, este tipo de empujones son muy bienvenidos.

Imagino que se había presentado a otros concursos con anterioridad.

Sí! A pesar de que el arte nunca puede ser concebido como una competición, los artistas jóvenes somos conscientes de que el mundo de hoy en día no es como el de hace cincuenta años. Ahora hay muchísima oferta de artistas en comparación con la demanda. Y en este sentido los concursos son una ventana de oportunidades mayúscula. El año pasado fui seleccionado para otro concurso en Rumanía, el Erich Bergel, donde conseguí el segundo premio. Y ahora, con Juventudes Musicales era el segundo concurso al que me invitaban a participar y he tenido la suerte de llevarme el primer premio.

Imagino que el concurso como tal ha sido una pequeña maratón de ensayos y conciertos. 

Sí, son días intensos y en los que hace falta mucha concentración e implicación, tanto mental como física. Son jornadas en las que intentas dar lo máximo de ti para estar a la altura. Hay mucha dedicación, también mucho disfrute.

¿Con qué obras tuvo que vérselas en el concurso?

Teníamos que dirigir el mismo programa todos los directores, lo cual me parece bastante justo. La primera fase eran cuatro obras: una fuga a seis de Bach en orquestación de Anton Webern, la mítica ‘Danza ritual del fuego’ de El amor brujo de Manuel de Falla, el primer movimiento de la Trágica de Schubert y el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy. Y en la final teníamos la obra ‘Papalotes’ de la compositora Gabriela Ortiz, quien formaba parte del jurado, el Concierto de piano de Schumann y la Sinfonía no. 3 de Sibelius.

Mucho repertorio y muy diverso, ciertamente.

Sí, creo que estaba muy bien escogido por su variedad, realmente son obras que nos permitían mostrar una paleta muy amplia de habilidades al frente de una orquesta. El jurado se podía llevar una impresión muy completa de cada concursante, con obras tan diversas. Además como el tiempo de ensayo por obra es muy limitado, por razones obvias, la propia dinámica del concurso te obliga a ser muy eficiente, hace falta mostrar mucho ya con las manos para que no haya que explicar tanto de palabra.

Esto es interesante, esta idea de mostrar mucho con las manos y no tanto de palabra.

Sí, ha habido grandes figuras de la dirección como Solti o Furtwängler, a quienes admiro enormemente, que a veces parecía más difícil seguirles con sus gestos, como si no se terminase de entender lo que están indicando. Y sin embargo conseguían cosas verdaderamente increíbles. Disponían seguramente de más tiempo de ensayo y la dirección en aquel tiempo era más una cuestión de autoridad. Hoy en día todo ha cambiado y la cosa es más una conversación entre el director y la orquesta. Por eso se requiere y se valora más la habilidad técnica de los directores para ser claros y nítidos, con un tiempo de ensayo cada vez más reducido. Con la OSCyL por ejemplo la conexión ha sido maravillosa, pero eso no siempre pasa, en ocasiones tu visión de una obra no es tan bien acogida por la orquesta como podrías esperar. Y en esos casos es importantísimo tener un gesto claro y comunicativo que despeje las dudas. Eso favorece sin duda una comunión natural con los músicos, mucho más que si te tienes que parar a explicar de palabra lo que estás buscando, aquello en lo que crees mucho pero que quizá sea más incómodo para los músicos en la orquesta.

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Recapitulemos brevemente su trayectoria. Desde 2019 ostenta la titularidad de la Joven Orquesta Leonesa y atesora diversas experiencias como director invitado en otras formaciones, además de varias asistencias a maestros de la reputación de Pablo González o Álvaro Albiach, entre otros.

Sí, es verdad que soy joven aunque quizá ya no tanto (risas). Tengo 28 años y me siento muy joven pero todo va muy rápido (risas). Yo empecé a estudiar dirección de orquesta a los 18 años con mi querido Borja Quintas en el Centro Superior Katarina Gurska en Madrid, al tiempo que cursaba los estudios de interpretación pianística también allí. He tenido la suerte de atesorar experiencias desde muy pronto.

Si hacemos cálculos, yo tomé la titularidad de la Joven Orquesta Leonesa con tan solo 22 años, realmente muy joven. Quizá fue prematuro, pero desde luego agradezco que se confiara en mí y creo que hemos logrado crear juntos algo muy valioso y con buenos resultados. Ese es, desde luego, el proyecto de mi vida hasta la fecha, con un crecimiento en paralelo de ambas partes que lo ha hecho aún más especial.

Al margen de esto he tenido la suerte de poder estar al lado de grandes maestros como Pablo González, a quien considero un mentor, lo mismo que Álvaro Albiach, con quien pasé bastante tiempo cuando él era titular en Extremadura. También he podido aprender mucho con Nuno Coelho, quien pasó en su día por la misma aula donde yo estudio ahora en Zúrich.

En años más recientes ya he podido disfrutar de mis primeras experiencias con orquestas profesionales como la Sinfónica de Bilbao, la OSPA, la Orquesta de Extremadura o la Orquesta de RTVE entre otras. Para un joven director como yo es realmente un sueño poder trabajar con formaciones de este nivel.

En materia de repertorio, ¿cuáles diría que son sus intereses e inquietudes? Imagino que cuando uno es joven, todo lo que venga es bienvenido, pero seguro que tiene sus preferencias.

Sí, eso es, a mi edad y en mi momento profesional, todo es bienvenido. Pero también es verdad que tengo mis preferencias, aunque van variando por etapas. En todo caso siempre cito a Beethoven y a Mahler como dos personalidades que a través de su música me hacen crecer y reflexionar mucho, no solo como director sino como persona. Pero también adoro a Mozart, a Mendelssohn… me encanta Richard Strauss, Debussy, Brahms, Falla, Stravinski… La buena música es prácticamente infinita, por suerte.

Y en materia de lírica, ¿siente también la llamada de la ópera, a nivel profesional?

Sin duda. La ópera, para cualquier director, entiendo que es un camino fascinante. A alguien a quien le guste la música es porque le gustan las artes en el más amplio sentido de la palabra. Y si hay un género que aglutine más artes y disciplinas ese es sin duda la ópera. Y más aún desde el punto de vista del director, coordinando todo desde el foso.

He tenido algunas experiencias con la ópera, en diversos contextos, y sin duda aspiro a desarrollar una parte de mi agenda en el terreno operístico y por supuesto también de zarzuela. En la escuela donde estudio en Zúrich cada año podemos participar en proyectos operísticos. Este año por ejemplo recién hemos estrenado una ópera entre tres compañeros del aula. Espero como agua de mayo mi primera producción pero soy consciente de que debo seguir acumulando muchos conocimientos y experiencias hasta que eso suceda.

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Mencionaba antes a Solti y a Furtwängler, dos directores de repercusión histórica. ¿Qué otros directores diría que le sirven de referencia o de inspiración, tanto entre los de ayer como entre los de hoy?

Muchísimos y también van variando por épocas. Pero sin duda citaría a Furtwängler y Tennstedt por su sonido, por una forma revolucionaría de plantear la expresión a través del sonido. Después también citaría a Karajan, el director absoluto, el de mayor influencia en la historia reciente de la dirección de orquesta. También a Bernstein como un artista global, más allá incluso de su increíble faceta como director de orquesta, o a Carlos Kleiber por su búsqueda inagotable de la música en mayúsculas. 

Y pensando en los de hoy en día citaría por ejemplo a Paavo Järvi, con quien voy a poder trabajar próximamente en unas clases magistrales. Creo que a nivel de técnica de dirección es admirable, tiene un gesto increíble. Simon Rattle es también un director completísimo, un artista al que no hay una sola obra que se le resista, sea cual sea su autor o su época. Kirill Petrenko está haciendo un trabajo sensacional con la Filarmónica de Berlín. También tenemos a Klaus Mäkelä, por supuesto; cuesta creer que un artista tan joven, prácticamente de mi misma edad, tenga ese ritmo de trabajo y ese talento. Y a nivel nacional tenemos grandes referentes como Gustavo Gimeno, Juanjo Mena, Pablo Heras-Casado o Roberto González-Monjas, además del citado Pablo González, que es una referencia muy especial para mí.

¿Algún proyecto inmediato en agenda que quiera destacar? 

Vendrán cosas ilusionantes en las próximas temporadas, que podré ir compartiendo conforme las orquestas las anuncien. Pero a corto plazo tengo un festival de clases magistrales para el que he sido seleccionado y que organiza la Orquesta de la Tonhalle de Zúrich, con el maestro Paavo Järvi. Va a ser sin duda una de las mejores orquestas que haya dirigido hasta la fecha. También un concierto en Rumanía y un proyecto muy especial junto a la Joven Orquesta Leonesa en el que afrontaremos la monumental 5a Sinfonía de Mahler (¡mi primer Mahler!).

Por otro lado, a través de este premio de Juventudes Musicales voy a tener la suerte de colaborar con la OSCyL, en calidad de director asistente durante dos temporadas. La OSCyL es una de las formaciones más abiertas y energéticas que he podido conocer. 

Mencionaba ahora a Klaus Mäkelä y empezábamos la entrevista aludiendo a su edad. ¿Cómo se lleva esta cuestión del edadismo, vista desde la juventud? ¿Deberíamos los medios fijarnos menos en la edad de los artistas? ¿Deberíamos mirar de otra manera esta cuestión de los jóvenes talentos y las jóvenes promesas?

El tema de la edad es complicado porque abarca muchos aspectos. Está claro que hay un componente de madurez, en la trayectoria de un artista, que solo puede llegar a través de vivencias, con el paso del tiempo. Pero no es menos cierto que cada uno vive a su ritmo, hay así quien a los 18 años ya ha vivido mil cosas y hay quien a la misma edad apenas está asomando la cabeza. Yo creo que a un artista hay que valorarlo por su forma de hacer arte y en ello poco tiene que ver la edad o cualquier otra distinción de ningún tipo. Hoy en día vivimos en un mundo cada vez más inmediato, comercial y en el que todo está muy expuesto. Los artistas jóvenes, en este sentido, no deberíamos sentir presión por nuestra edad. Esto creo que es importante cuidarlo porque el desarrollo personal y artístico de cada uno es distinto y único. 

Por último, quizá quiera citar a alguien en particular como mentor o referente, durante sus años de formación.

Sin duda, tanto con el piano como con la dirección he tenido la suerte de tener maestros muy buenos. Por un lado citaría a mi primer y principal profesor de dirección, el maestro y amigo Borja Quintas, con quien estudié 5 años en Madrid, y también los maestros Johannes Schlaefli y Christoph-Mathias Müller, con quienes estoy todavía formándome en Zúrich. Tener buenos profesores es fundamental, estoy muy agradecido por contar con ellos en mi trayectoria. Margarita Moráis, quien es pianista, profesora y presidenta de la Fundación Eutherpe y la Joven Orquesta Leonesa, es desde hace años una gran referencia e inspiración para mí.

No me olvido de mis maestras de piano Nino Kereselidze, Mercedes Lecea y Silvia Otero, quienes me inculcaron el amor por la música y me formaron en mi crecimiento desde niño. Y por supuesto mi primera profesora de música, mi madre María José Molina, así como mi padre que es un súper melómano, Carlos Yagüe.