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Exquisita y brutal

Zaragoza. 02/10/2024. Auditorio de Zaragoza. Obras de Stravinski y Shostakovich. Wiener Philharmoniker. Daniele Gatti, dirección musical.
 
El curso sinfónico en España terminó con una gira de la Filarmónica de Viena con citas en Oviedo, Granada y Sevilla, a las órdenes de Lorenzo Viotti. Y el curso sinfónico comienza de nuevo de manos de los Wiener, con conciertos en Madrid, Barcelona y Zaragoza, donde el concierto ha servido para conmemorar el 30 aniversario del Auditorio de la ciudad. Con anterioridad la Filarmónica de Viena había visitado la Sala Mozart de la capital aragonesa en tan solo una ocasión, en abril de 2007, con Philippe Auguin al frente de una versión en concierto de Salome de Richard Strauss.
 
En estas páginas ya hemos podido disfrutar de una extensa y detallada crónica de Javier del Olivo sobre este mismo programa, desde el Musikverein. Gatti mismo ha confesado, en un vídeo promocional de la orquesta, su excitación ante este díptico ruso, confrontando dos obras de madurez de sendos autores que conocieron, de manera muy diversa, las derivas del régimen soviético.
 
Lo mejor del concierto vino curiosamente de manos de una obra rara, la suite del ballet de Stravinski Apollon Musagète, una pieza no obstante muy querida para Daniele Gatti, quien ya la propuso para otro programa con los Wiener en 2007 y quien también la llevó bajo el brazo para un programa con la Filarmónica de Berlín, en enero de 2021.
 
La partitura, para una orquesta de cuerda de 34 instrumentistas, es una especie de miriñaque sinfónico en la que el propio Stravinski se retracta a sí mismo y vuelve la mirada sobre formas neoclásicas, con guiños incluso al barroco francés. Aunque la obra avanza con un dinamismo particular, hay instantes verdaderamente inspirados, sobre todo en las páginas de mayor refinamiento y sutileza. Gatti y los Wiener acertaron aquí recreando algunos instantes de suma belleza y raro equilibrio.
 
No son los Wiener una orquesta especialmente bregada en las partituras de Shostakovich y quizá por eso parecieron fiarlo todo al virtuosismo en una lectura intachable pero de escaso apego emocional y un tanto complaciente. Así las cosas, un exceso de cálculo y una sensación general de distancia marcaron el Shostakovich desplegado por Gatti, muy bien ejecutado pero algo gélido. 
 
Se hizo largo el inicial Moderato, parco en tensión y misterio. Mejoraron las impresiones con un vigoroso y atlético Scherzo, ejecutado un poco de cara al escaparate. Se desdibujó un tanto el interés del Allegreto, escarbando Gatti en demasía en algunos compases, dejando evaporar sin gracia la alternancia de los dos temas principales, el consabido DSCH y el de Elmira. El movimiento conclusivo sonó a la postre demasiado monumental y elegante, casi sin aristas, que es precisamente lo que debería resaltar en esta sinfonía de Shostakovich. 
 
Rehabilitado en la agenda sinfónica internacional tras las acusaciones de acoso que supusieron su abrupta salida del podio de la Orquesta del Concertgebouw en 2018, y recién estrenada su nueva titularidad al frente de la Staatskapelle de Dresde, el italiano Daniele Gatti (Milán, 1961) exhibió un gesto elocuente aunque no todo lo que dibujaron sus manos se escuchó después en los atriles. Minucioso y detallado, pecó quizá de una mirada demasiado analítica en una sinfonía donde se esperaba más visceralidad y menos cálculo. Exquisita y brutal, la Filarmónica de Viena demostró que es capaz de todo, a nivel técnico, pero no apasionó especialmente en esta ocasión.