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Eureka: ¡la acústica!

04/10/24. Auditori de Barcelona. Obras de Mompou, Gershwin y Ravel. Núria Rial, soprano. Lucas Debargue, piano. Orfeó Català. Orquesta OBC. Ludovic Morlot, dirección musical.

¡Eureka!, después de más de un cuarto de siglo desde la inauguración del Auditori de Barcelona, obra del arquitecto Rafael Moneo, la acústica, esa caja de Pandora o esa especie de milagro alquímico que nunca acabó de convencer de la sala, ha sido remodelada, y con éxito. Lo pudieron comprobar los casi dos mil asistentes al concierto inaugural de Temporada 24/25 de la OBC, con presencias del President de la Generalitat Salvador Illa, y la Consellera de Cultura Sonia Hernández.

Gracias al estudio Kahle Acoustics, y al ingeniero Eckhard Kahle, la sala principal del Auditori, la Pau Casals, se ha retocado con diferentes intervenciones para mejorar la acústica. Sobretodo para mejorar la de la propia orquesta que no se escuchaban bien entre ellos desde el escenario. Con unos paneles móviles colgados del techo, otros laterales añadidos a la sala, bancadas acolchadas en el escenario, etc. Y el resultado ha sido óptimo.

El programa servía en bandeja poder comprobarlo con tres piezas con protagonismo de solo vocal, solo de piano y una gran obra sinfónica. La siempre etérea y poética soprano Núria Rial, desarboló las primeras dudas con su interpretación de Cinc cançons de Frederic Monpou en una fina y elegante orquestación de Albert Guinovart por encargo del Auditori.

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La voz, bien delineada en medio de los surcos orquestales, se escuchó con claridad. Rial, maestra de la magia vocal, con su ángel característico, de voz natural, bien impostada y nunca forzada, enamoró por su lirismo y su delicadeza expresiva. “Damunt de tu només les flors”, “Jo et presenta com la mar”, sonaron fluidas y orgánicas, “Pastoral” en versos de Juan Ramón Jiménez con una sinestesia musical de gran sensibilidad. Pero fue con “Cançó de la fira” en un luminoso poema de Tomàs Garcés y con “Aureana do Sil”, en versos gallegos de Ramón Cabanillas, donde Rial desplegó la maestría de su interpretación con la hedonista belleza de una voz pura, de fragilidad inquebrantable.

En el turno de la pieza de piano solista, se presentó el francés Lucas Debargue, quién protagonizó la icónica Rapsody in Blue de Gershwin. De nuevo y casi por arte de un sortilegio acústico, el que debe ser el inicio de clarinete más cinematográfico de la historia, dio pie a la voz del piano, directa, limpia y jazzistica, bien articulada en un equilibrio acústico con la orquesta perfecto.

En el año del centenario del estreno de la obra, Debargue abrió la obra con cadencias y el estilo rítmico cual improvisación que el propio Gershwin fue añadiendo después del éxito monumental del estreno. Con el aire desenfadado del swing, el blues y la coloración de las teclas, el piano de Debargue bailó, dialogó y se fusionó con la orquestación de la obra con una OBC de sonido flexible, brillante y con el ritmo de la batuta de un Ludovic Morlot inspirado y teatral.

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Con la segunda parte del concierto, la interpretación del ballet completo de Daphnis et Chloé, la OBC mostró su gran estado de forma con una obra de gran lucimiento orquestal. Fue una buena idea y gran deferencia para el público la proyección del texto programático de la obra para poder seguir la historia de amor de Daphnis y Chloé, pues ayudó al seguimiento y disfrute de las diferentes partes de este ballet-sinfonía coreográfica.

La OBC brilló por secciones con unos protagonistas de solo de flauta, Francisco López, el clarinete de Pedro Franco, la trompeta de Mireia Farrés o la trompa de Juan Manuel Gómez, en un nivel solista generoso y de calidad. Ludovic Morlot se movió como pez en el agua en este ballet impresionista de colores mediterráneos y evanescencias vocales, con un grato trabajo del coro del Orfeó Catalá a las órdenes de Pablo Larraz.

El carácter pictórico, los melismas de las cuerdas, las reminiscencias cinematográficas y una narración naturalista y luminosa fueron los ingredientes esenciales de una lectura exuberante y extrovertida. La siempre exigente y frugal orquestación raveliana, brilló por momentos como en el leitmotiv de los amantes y sus abrazos operísticos que parecieron llamados a ser la versión afrancesada e impresionista de unos Tristan e Isolda míticos. 

Claridad en los acentos, dinámicas fluídas y control en los glissandi sin caer en ñoñerías, expresión y tímbrica luminosas, maderas moldeadas, pastosidad en las cuerdas graves, brillantez en la percusión. La suma de calidad entre las secciones y una lectura seductora y comunicativa de la obra, hicieron del ballet un grato paladar sonoro para cerrar una noche inaugural exitosa y completa.

Pero hay que insistir, la mejor noticia de inicio de temporada y de los últimos años del Auditori, es la mejora acústica de una sala que se merecía afinar en este sentido para disfrute y gozo del público y de los intérpretes.

Fotos: © May Zircus