La maldición de la gitana
Valencia. 08/12/2024. Palau de Les Arts. Verdi: Il trovatore. Antonio Poli (Manrico), Olga Maslova(Leonora), Lucas Meachem (Il Conte di Luna), Ekaterina Semenchuk (Azucena), Adolfo Corrado (Ferrando), Orquesta y Coro de la Generalitat Valenciana. Àlex Ollé, dirección de escena. Maurizio Benini, dirección musical.
A la salida de la primera función de Il trovatore de Giuseppe Verdi que presenta Les Arts de Valencia dentro de su temporada, se oían comentarios del tipo “esta ópera tiene un argumento absurdo” o “la trama es confusa y enrevesada”. Nunca he estado de acuerdo con estas opiniones, por otra parte bastante extendidas. Que una señora secuestre un niño como venganza por la ejecución injusta de su madre condenada por un noble y quemada en la plaza pública, y que mientras contempla las brasas arroje al niño secuestrado a ellas como represalia, está dentro de lo lógico en los tiempos bárbaros que se narran y ante la enajenación que produce ver tu madre morir de esa manera. Que al volverse se dé cuenta que a quien ha ejecutado no es al hijo del conde sino su propio hijo (sí, la señora tenía un hijo de la misma edad) eso, concedo, es más raro, pero no para quien está acostumbrado a salir con un zapato distinto en cada pie, se ha olvidado bolsos o maletas en sitios insospechados y vive situaciones como las de la gitana (sin causar muertes por ahora, eso sí), tiene que considerar a la fuerza este libreto de Salvatore Cammarano como lógico y normal. Él también sufre la maldición de la gitana. Por eso y por la maravillosa música compuesta por Verdi, Il trovatore es una de mis obras favoritas del genio italiano. Es la menos apreciada de las que forman la trilogía popular (junto a Rigoletto y La traviata) porque es la que menos rompe con las óperas de galeras, aquellas donde Verdi, agobiado de trabajo, va formando su propio estilo, aunque siempre dentro de esquemas ya preestablecidos. Pero esa conexión con todo lo anterior mezclada con nuevas formas que anuncian las obras que vendrán después es lo que tiene de atractivo la composición. Siempre se ha dicho que la ópera necesita cuatro grandes cantantes, pues los cuatro papeles principales tienen la misma relevancia. La propuesta de Les Arts cumple esta premisa y presenta un plantel de voces bastante equilibrado, aunque hubo una, que para mí, destacó por encima de las demás.
Azucena es el nombre de la gitana del equívoco sobre el que gira la obra. Su papel es muy relevante y Verdi escribió pasajes de gran atractivo para ella. Ekaterina Semenchuk es una gran cantante y además una excelente actriz. Fue la más destacada en el trabajo escénico y la que más conmovió con su canto. Desde su primera intervención en la conocida Stride la vampa! seguida de la narración de su historia (Condotta ell'era in ceppi ) demostró que está en plena madurez como mezzo, segura en toda la tesitura y, sobre todo, con una caracterización vocal que es la esencia de su rol. Aunque estuvo estupenda en todas sus intervenciones, me quedaría con las medias voces bellísimas de su dúo con Manrico en el cuarto acto. Puro arte. Verdi escribió los momentos más líricos y conmovedores para el papel de Leonora, la mujer que se disputa el otro hijo del conde y Manrico, el hijo adoptado de la gitana, enfrentados además en una guerra por tierras de los antiguos reinos cristianos españoles. Leonora, enamorada del trovador Manrico, es pretendida por el Conde de Luna y sus arias destilan primero pasión y arrebato amoroso (Tacea la notte) y más desesperación por la situación de su amado.
Olga Maslova estuvo a un altísimo nivel toda la función yendo de menos a más. Si estuvo muy bien en su primera aria, consiguió emocionar en toda su escena del cuarto acto (D'amor sull'ali rosee-Tu vedrai che amore in terra). La soprano rusa, sin tener una voz de gran proyección, destaca por un agradable timbre, soltura en el agudo y una técnica que le permite dominar los pasajes más difíciles de su papel, adaptándose perfectamente a la lentitud que impuso del director musical en estos fragmentos.
Manrico, el trovador guerrero que da título a la obra, no tiene demasiadas intervenciones solistas a lo largo de la ópera. La más destacada es Ah, sì ben mio, ya en el tercer acto seguida de la célebre cabaletta Di quella pira. Antonio Poli supo dar el aire heroico y desenvuelto a su personaje y en esta escena en concreto defendió muy bien el aria pero bastante peor la cabaletta. Posee muchas de las características vocales del tenor apropiado para el papel: voz potente y con proyección y un buen centro en el que su voz de estimable color resulta atractiva, pero falló en los agudos más comprometidos. En cambio fue un buen compañero en los dúos, tanto con Leonora como con Azucena, sobre todo en el cuarto acto.
Lucas Meachem fue el Conde de Luna en sustitución a ultimísima hora de Artur Ruciński, aquejado de un problema vocal. Hay que agradecer al barítono norteamericano (que al día siguiente cantaba Sharpless en la Madama Butterfly del Liceu) la disposición para cubrir esta baja. No sé si conocería la producción, pero supo darle al personaje malvado de la ópera el toque escénico que necesitaba. Vocalmente estuvo muy correcto aunque quizá su canto sea un poco brusco, algo alejado de la nobleza que siempre imprime a sus personajes baritonales, pero realmente estuvo brillante en la bellísima escena que comienza con Il balen del suo sorriso, su mejor momento de la noche.
A buen nivel el resto de cantantes encabezados por el Ferrando del joven Adolfo Corrado que abre la ópera con el aria Di due figli vivea que nos introduce en la trágica historia. Destacando la Inés de Holly Brown y el Ruiz de Filipp Modestov, ambos provenientes del Centro de Perfeccionamiento del propio teatro y que tan importante trabajo realiza. Excelente el trabajo, como nos tiene acostumbrados, del Coro de la Generalitat Valenciana, dirigido por Jordi Blanch Tordera, y que tiene un papel tan importante en esta ópera. Todas las cuerdas estuvieron brillantes, siendo muy aplaudidas al final de la obra.
La responsabilidad musical de estas funciones está en manos de un especialista en música italiana del siglo XIX como es Maurizio Benini. El maestro italiano concibió un Trovatore clásico, marcando mucho los tiempos lentos y los más rápidos, con unos contrastes que no siempre mantuvieron un ritmo sostenido que envolviera toda la obra y que permitió que en puntuales momentos se perdiera la cohesión general. La Orquesta de la Comunitat Valencia es, se ha dicho muchas veces en estas páginas, una de las más destacadas de España. Volvió a demostrarlo. Pero es también, si se me permite el símil, un pura sangre, todo clase pero también temperamento, y como haya una batuta que la espolee puede subir los decibelios por encima de lo deseable. Fue en momentos puntuales pero significativos. Nada que empañe una buena actuación. El público volvió a demostrar que es la niña bonita de su teatro y la premió con la más clamorosa ovación de la noche.
La producción es una coproducción entre tres grandes teatros europeos (Amsterdam, París y Roma) y la firma Àlex Ollé. El director catalán traslada la acción a un lugar del frente germano-aliado durante la I Guerra Mundial. Los bulliciosos gitanos se convierten en refugiados, las monjas del convento en el que Leonora va ingresar creyendo a Manrico muerto en combate portan las obligatorias máscaras antigás, y los dos bandos del libreto deambulan por el escenario con armas y se refugian en trincheras. La escenografía única de Alfons Flores, formada por veinticuatro paralelepípedos de buen tamaño que ocupan todo el escenario y que van elevándose o hundiéndose en el suelo según la escena, completa (además de una excelente iluminación de Urs Schönebaum) una transposición legítima pero que no concuerda para nada con el espíritu de la obra y que tiene un resultado hueco, vacío de contenido más allá que el de querer demostrar la estupidez de los enfrentamientos fratricidas. Los movimientos de los actores están dominados (a veces favorecidos, a veces lastrados) por esos bloques que imitan al hierro (recordando parte de la obra de artistas como Richard Serra) y que son sugerentes, efectivamente, pero también, insisto, banales.
Yo creo en la maldición de la gitana, y todos los que la ven, deberían no tomar a broma el argumento de Il trovatore. Las gitanas despistadas existen, se lo aseguro.
Foto: © Miguel Lorenzo | Les Arts