Mitridate_Real25_g.jpg

Succession

Madrid. 23/03/2025. Teatro Real. Mozart: Mitridate. Elsa Dresig (Sifare). Sara Blanch (Aspasia). Juan Francisco Gatell (Mitridate). Franco Fagioli (Farnace). Marina Monzó (Ismene). Juan Sancho (Marzio). Franko Clisovick (). Claus Guth, dirección de escena. Ivor Bolton, dirección musical.

El maestro británico Ivor Bolton tomó las riendas de la dirección musical del Teatro Real allá por octubre de 2015, coincidiendo con la llegada de Joan Matabosch al frente de la visión artística del teatro en la temporada 23/24. Durante la etapa comandada por Gerard Mortier el teatro no había tenido un director titular de referencia sino un sistema de rotación de batutas, con algunas de ellas más o menos fidelizadas, como Sylvain Cambreling, Semyon Bychkov, Teodor Currentzis o Hartmut Haenchen.

Ivor Bolton llegó en aquel contexto cargado de avales, precisamente por su especialización en el repertorio de la música antigua, el Barroco y Mozart, amén de su familiaridad con la música de Britten -con quien, estimo, ha brillado más Bolton durante este tiempo en Madrid, y con cuya música regresará la próxima temporada, con El sueño de una noche de verano, en producción de Deborah Warner-. Diez años después, y no sin altibajos, su titularidad se cierra con cierta sensación agridulce, como si no hubiera terminado de dar de sí todo lo que se esperaba.

Sea como fuere, y por lo que hace a este Mitridate que se estrenó anoche en el Teatro Real de Madrid, la labor de Ivor Bolton cabe decir que fue pulcra y esmerada, aunque precisamente falta de ese plus de emoción y tensión que hubiera redondeado la velada. Con su gesto inextricable y algo arbitrario a la hora de dar las entradas a los solistas, lo cierto es que Bolton consiguió que la representación -que es larga y puede hacerse tediosa- transcurriera con cierta fluidez, si bien ya digo que cabría esperar un mayor dinamismo y una mayor tensión en no pocos momentos. Bolton acompaña, y esta es seguramente su mayor virtud, de manera atenta y otorgando sustento y confianza a las voces, que son al fin y al cabo el motor de la función. 

La Orquesta Titular del Teatro Real sonó un tanto esforzada, como si vistiera un traje que no le terminase de encajar bien. Sonó bien empastada, pero con una cuerda algo pálida y con un metal no siempre bien templado. Mención especial ha de hacerse aquí al músico Jorge Monte de Fez, requerido en escena para acompañar a Sifare con el intrincado solo de trompa natural.

Mitridate_Real25_f.jpg

Mozart compuso Mitridate con 14 años, siendo la cuarta de las 22 óperas que escribió a lo largo de su vida. Es apabullante la genialidad y frescura de una partitura gestada a lo largo de cinco meses, en el primer encuentro del genio de Salzburgo con la ópera seria. Por primera vez en el escenario del Teatro Real, Mitridate ha sido aquí objeto de una nueva producción firmada por Claus Guth, consumado mozartiano -quién no recuerda su ya mítica trilogía Da Ponte para Salzburgo-. Guth se las tiene que ver con un libreto acartonado y con una estructura musical ciertamente rígida, en la que la sucesión de números amenaza con agarrotar la acción teatral. De ahí que el director de escena alemán acuda al comodín de la psique, para poner en juego una suerte de desdoblamiento escénico entre la acción propiamente dicha y su revés psicológico.

El mismo Claus Guth lo explica así en el programa de mano: "La solución era colocar en la balanza dos universos contrapuestos uno junto al otro: un fragmento de la casa y un espacio totalmente abstracto con el que cada uno puede establecer sus propias asociaciones, una suerte de limbo entre la vida y la muerte". La idea es buena, qué duda cabe, pero la resolución de la parte psicológica cae a veces en un lenguaje, a menudo coreografiado por Sommer Ulrickson, un tanto endeble; y quizá sea así a propósito, buscando sugerir más que dictar, pero da la impresión general de que esa parte de la propuesta no termina de estar bien anclada.

El propio regista ha confesado haberse inspirado en la ya icónica serie Succession para recrear este drama familiar en el que la codicia y el ansía de poder dejan a un lado todo lo demás. Más allá de la idea general y su resolución, hay en la propuesta de Guth algunos recursos, a decir verdad, muy poco originales y que empiezan ya a ser un tópico en muchas propuestas escénicas actuales: otro escenario giratorio y otra vez la acción ambientada en el siglo XX, seguramente en los años 60, habida cuenta del vestuario de Ursula Kudrna que parece inspirado en Jackie Kennedy y habida cuenta también de la arquitectura que preside la escenografía. En resumen, pues, un trabajo que cumple pero que no emociona, en torno a una obra francamente difícil de manejar, todo sea dicho.

Mitridate_Real25_d.jpg

La soprano tarraconense Sara Blanch fue la gran triunfadora de la noche con una Aspasia excelente de principio a fin. Y es que su rol no deja de cantar durante las tres horas que dura la representación, abriendo la misma con la intrincada 'Al destin che la minaccia'. Blanch hizo gala de un control absoluto de su instrumento, sin tensión vocal alguna, desahogada en la emisión, naturalísima en el fraseo y plausible además en su vis dramática. El dúo 'Se viver non degg'io', junto a Elsa Dreisig, fue una de las cumbres de la velada, así como su impecable resolución de la conocida 'Pallid' ombre, che scorgete', sin quedar atrás la sobresaliente versión de 'Nel grave tormento' que Blanch ofreció asimismo. Una actuación que confirma, en suma, la tremenda proyección artística de Sara Blanch, quien hace apenas unas semanas fue Zerbinetta en la Ópera de Viena

Vocalista esmerada, de timbre límpido y con buena proyección, Elsa Dreisig estuvo esmeradísima en su desempeño actoral como Sifare aunque me dejó una sensación de cierta distancia emocional. Nada que empañase, en todo caso, su estupendo desempeño vocal, haciendo gala de una gran musicalidad.

Mitridate_Real25_h.jpg

El rol protagonista estaba encomendado al tenor argentino Juan Francisco Gatell, de timbre grato aunque algo apocado en proyección, con un material que acusaba tensión y sobreesfuerzo en la franja aguda, aún más conforme la función avanzaba. Gatell canta con gusto y actúa de manera plausible, pero el instrumento no muestra desahogo con el rol en cuestión.

Los mejores días de Franco Fagioli quizá ya empiecen a quedar atrás, habida cuenta del estado vocal que dejó entrever anoche en el Real. No es que fuera una actuación calamitosa, ni mucho menos; es un gran vocalista y siempre ha hecho gala de un virtuosismo de raza, pero le costó mucho caldear el instrumento, abundando en sonidos rebuscados y no siempre gratos. Un tanto sobreactuado en escena, no fue hasta el final, con 'Già dagli occhi il velo è tolto', cuando pareció resarcirse por fin su Farnace, recordando al Fagioli de otros tiempos, verdaderamente admirable y con un gusto exquisito en la resolución de algunas frases. 

Mitridate_Real25_c.jpg

Marina Monzó aprovechó al máximo sus intervenciones como Ismene, exhibiendo un timbre que continua madurando, de centro más presente. La soprano valenciana exhibió también aquí su habitual facilidad en el tercio agudo e hizo gala de una plausible familiaridad con el estilo mozartiano.

Juan Sancho exhibió un timbre agradable y una vocalidad bien gestionada en su desempeño como Marzio. No cabe decir lo mismo del Arbate de Franko Klisovic, de timbre ingrato y generalmente sobreactuado en escena. Hay que mencionar también al actor José Luis Mosquera, muy atinado en sus intervenciones como mayordomo.

Mitridate_Real25_e.jpg 

Fotos: © Javier del Real | Teatro Real