Sofisticación vienesa
Viena 25/01/25. Wiener Staatsoper. R. Strauss.: Ariadne auf Naxos. Lise Davidsen (Die Primadonna/Ariadne). Michael Spyres (Der Tenor/Bacchus). Sara Blanch (Zerbinetta). Kate Lindsey (Der Komponist). Adrian Eröd (Ein Musikleherer). Florina Ilie (Najade), Daria Sushkova (Dryade), Ileana Tonca (Eccho), Jusung Gabriel Park (Harlekin), Andrea Giovannini (Scaramuccio), Simonas Strazdas (Truffaldin), Daniel Jenz (Brighella), Bernhard Schir (Der Haushofmeister), Oleg Zalytskiy (Offizier), Thomas Ebenstein (Tanzmeister), Marcus Pelz (Lakai). Coro y Orquesta de la Wiener Staatsoper. Dir. Esc.: Sven Eric Bechtolf, dirección de escena. Cornelius Meister, dirección musical.
Esta producción de Ariadne auf Naxos, coproducida en su origen con el Festival de Salzburgo, se estrenó en diciembre del 2012. Fue en unas funciones en memoria de la soprano Lisa della Casa, eximia intérprete straussiana quien fue una recordada Ariadne en esta misma Staatsoper. Pero sobretodo una Mariscala ideal, rol que cantó en este escenario en 43 ocasiones y un título, el del Rosenkavalier, del que llegó a cantar también en su escenario vienés los roles de Sophie y de ¡Oktavian! Así se puede comprobar en la base de datos del archivo de la Staatsoper abierto al público.
En esta ocasión, la número 38 de reposición de la producción, el reclamo principal inicial era el debut-rol de la soprano rusa Anna Netrebko. La diva, quien vive y tiene también la nacionalidad austríaca, hubiera debutado el que sería su rol número 21 en la Staatsoper, pero un anuncio a principios de año según el cual no estaba preparada y postergaba su debut hizo necesitar un reemplazo en el papel.
No falta de recursos, la Staatsoper reaccionó con efectividad y ha sido la soprano noruega Lise Davidsen quien ha sustituido a la diva. Se da también la circunstancia que Davidsen debutó en la Staatsoper de Viena precisamente con este rol y en esta producción en noviembre del 2017, con dos funciones, entonces bajo la batuta del maestro Peter Schneider. Davidsen, quien ha cantado en el escenario de la Staatsoper los roles de Ariadne, Sieglinde, Ellen Orford y Tosca, se ha hecho viral por el anuncio, justo antes de la función reseñada, de su embarazo de gemelos. Con la noticia de que después de sus futuras funciones de Fidelio en N.Y. dejará los escenarios para ser mamá. Esto le ha dado a estas funciones un extra de expectación, pues a priori no podremos volver a disfrutar de Davidsen en Europa, hasta inicios o mediados de la temporada que viene.
Dueña de la voz de lírica plena más impresionante de la actualidad, la noruega no defraudó como Ariadne. El timbre, pulposo, meloso y de irisaciones boreales, sonó pletórico, con un agudo imperial que igualó el sonido mórbido de toda una Wiener Staatsorchester. Pero es que los harmónicos del instrumento de la Davidsen se transforman en una tesitura central, que cual agujero negro, explota y parece engullirse a todo y a todos, además de unos graves telúricos y densos. Lise además ha ganado en reguladores, y es un instrumento que se plega en piani, medias voces y coloraciones que sorprenden en una voz de semejante tamaño. También ha ganado en personalidad escénica, con unos movimientos dignos de una Primadonna/Ariadne segura y aristocrática, como corresponde a la protagonista de esta ópera. Su cuidada articulación y fraseo, su dominio de la tesitura y su cuidado en la expresión la corroboran como la Ariadne de nuestros días. Un recital de dominio de la tesitura y del rol que la catapultó como la protagonista absoluta de la función.
Pletórica, pizpireta como le pertoca, de un fraseo musicalísimo, frescura en la emisión y un timbre que ha ganado en esmalte, brillo y presencia, la Zerbinetta de la soprano catalana Sara Blanch fue toda una delicia. Desde su debut-rol en el Liceu de Barcelona en 2021, su Zerbinetta ha madurado, crecido en expansión canora y ganado enteros en colores, matices y sentimiento. Con un alemán más que digno, Blanch enamoró por su desenvoltura escénica, su comunicatividad canora y un ángel escénico especial, marca de la casa, que no desmereció en nada al lado de la imperial Ariadne de la Davidsen.
Blanch demostró que la tesitura exigente y endiablada de Strauss, de base belcantista, le va como anillo al dedo, y uno espera que no sea el único rol de Strauss con el que se quede. La voz agradece las escritura straussiana, le hace justicia y reclama otros roles como la Sophie del Rosenkavalier o la Zdenka de Arabella. Ojalá lleguen en un futuro no muy lejano.
La tercera voz femenina en discordia como protagonista de la ópera fue el Komponist de la mezzo estadounidense Kate Lindsey, aquí en un punto de madurez vocal muy agradecido. Con un timbre broncíneo, esmaltado y aterciopelado, Lindsey se adueñó del papel con un fraseo y calidez en la emisión de verdadera experta straussiana. La mezzo debutó también en el escenario de la Staatsoper con este rol y esta misma producción en 2014, precisamente un 11 de junio, fecha del 150 aniversario del nacimiento del compositor bávaro. Un auspiciante debut que la confirma como una de las mezzos ideales para este repertorio.
Su habilidad en la mezcla del parlato-cantando de la pecualiar escritura straussiana en la primera parte de la ópera fue proverbial. De emisión nítida, articulación precisa y una tesitura homogénea y cálida que casó a las mil maravillas con sus soliloquios existenciales sobre la música y el arte. Su monólogo final sonó magnífico, y puntuales sonidos endurecidos en los agudos más extremos no empeñó una actuación expansiva en la expresión y elegante en su ejecución.
Otro de los principales atractivo del reparto era el debut-rol con estas funciones, del Bacchus del tenor estadounidense Michael Spyres. El tenor nacido en Misuri en 1979, se ha convertido en unos de los tenores más estimulantes de la actualidad. Su evolución de tenor lírico-ligero, debutó en la Staatsoper vienesa como Ramiro de La Cenerentola en enero del 2019, y su evolución desde roles mozartianos como Mitridate, pasando por los Otello o Guglielmo Tell de Rossini, hasta el Hoffmann de Offenbach o el Don Jose de Carmen de Bizet pueden sorprender a muchos.
Ahora enfocado en un futuro como heldentenor, después de su auspiciante debut como Siegmund el pasado verano en el Festival de Bayreuth, este acercamiento al Bacchus de Strauss ha generado también una expectación extra para un artista que se autodenomina como baritenor. No hay duda que su facilidad en el registro agudo, su seguridad en la emisión y una tesitura bífida, que le permite tener unos graves y centro abaritonados y una tesitura aguda firme y sonora, lo convierten en una rara avis vocal de camaleónico resultado.
Así su Bacchus sonó extraño, con una emisión y color cambiantes según la posición. Un centro acomodado, unos graves seguros y un agudo algo seco y titubeante en sus extremos, con una intervención final algo accidentada en la que incluso pareció octavar algún agudo final comprometido. Dejó con un peculiar sabor de boca para una prestación irregular pero de sugerente acercamiento a un rol todavía en construcción.
Entre el resto de roles secundarios, brillaron las Najade, Dríade y Eccho de Florián Ilie, Daria Sushkova e Ileana Tonca, respectivamemte. También el grupo de los Harlekin, Scaramuccio, Truffaldin y Brighella, entre los que destacó la presencia vocal del barítono Jusung Gabriel-Park. En el prólogo, hay que mencionar con justicia al Maestro de música del barítono Adrian Eröd, un profesional impecable, que siempre aporta seguridad, justa expresión y fineza interpretativa.
La batuta de Cornelius Meister se metamorfoseó con la magnífica partitura, con una lectura certera, de tempi adecuados, dinámicas y sonido frugal, frente a una magnífica orquesta de la Staatsoper quien parece no tener rival en títulos como este. El regusto de la sofisticación de la escritura straussiana, el uso y diálogo del foso con las voces, el texto y el canto, todo fluyó como en el ideal de un tándem, el de Strauss y Hoffmansthal, nunca más superado en el ámbito del repertorio germánico.
La producción de Sven-Eric Bechtolf está delineada con una dramaturgia de orgánico resultado. Resulta musical y sencilla en su concepción, con el regusto en la elegancia vienesa decimonónica adecuada, un vestuario entre sobrio y coqueto, una iluminación precisa y una escenografía práctica y resultona. No hay lecturas pretenciosas ni metáforas intelectuales, con dejar hablar al libreto y la música magnífica de Strauss, la producción convence por su pragmatismo.
Una maravillosa función que se grabó desde la Radio austriaca y que se puede recuperar haciendo click aquí.
Fotos: © Wiener Staatsoper / Michael Pöhn