La comedia sepulta al drama
Sevilla. 18/12/2024. Teatro de la Maestranza. Strauss. Ariadne auf Naxos. Liannna Haroutounian (Ariadne), Gustavo López Manitti (Bacchus), Elena Sancho (Zerbinetta) Cecelia Hall (El compositor), José Antonio López (Maestro de música). Joan Anton Rechi, dirección de escena. Guillermo García Calvo, dirección musical.
Ariadne auf Naxos de Richard Strauss es el más claro ejemplo del repertorio lírico de una ópera dentro de otra ópera, lo que podríamos llamar metaópera. El espléndido libreto de Hugo von Hofmannsthal, otro más de la fructífera relación entre compositor y dramaturgo, que formaron uno de los tándems más brillantes de la historia de la ópera, permite una variada manera de abordar la brillante trama. Esta permite diversos juegos escénicos en los que los directores de escena pueden plasmar su propia visión de la ópera sin que su esencia se vea desvirtuada.
Joan Anton Rechi nos ha presentado ahora en el Teatro de la Maestranza su visión de Ariadne procedente del Theater Regensburg, tomando como base las cartas que cruzaron durante la composición de la obra Strauss y Hofmannsthal. El primero intentando que la ópera fuera de tinte cómico, rozando la opereta, y el segundo queriendo que la trama tuviera un equilibrio entre la comedia y el drama. Rechi se decanta claramente por llevar al extremo esa opinión que pudo expresar Strauss de que la comedia dominara al drama, pero lo hace de tal manera que creo que más bien la sepulta.
Desde el primer momento del Prólogo y hasta los últimos compases de la Ópera (las dos partes que forman Ariadne), la comicidad es la reina del escenario sin que casi se atisbe el trasfondo dramático. Este drama es palpable en la primera parte, sobre todo en la situación del personaje del Compositor (utilizado por el burgués que lo ha contratado como un mero empleado que tiene que cumplir sus caprichos y no como un artista al que hay que respetar), y en la segunda en la soledad y tristeza de una mujer, Ariadna, que lo ha dado todo por su amante, Teseo, que al final la ha dejado abandonada en la isla de Naxos. Pero Rechi obvia todo esto y toda la obra es un continuo desfile de gags cómicos y situaciones casi burlescas que no se alejan de la historia, es verdad, pero que tampoco la reflejan en su totalidad. Simplemente se queda en la superficie, sin que parezca que le interese un trasfondo que, en mi opinión, esta composición posee.
El resultado, repito, es una comedia disparatada, donde se usan recursos cómicos muy manidos pero siempre efectivos (el público se divirtió bastante) que muchas veces distraen del canto (sobre todo en la larga escena final entre Ariadna y Baco), y que personalmente no me convencieron en absoluto, sobre todo por lo repetitivo. Pero Rechi es consecuente con su idea y la realiza con una maestría absoluta en la dirección actoral, correspondida por unos cantantes entregados a las indicaciones del director, demostrando sentirse muy cómodos con la visión de este de la dramaturgia. La sencilla pero efectiva escenografía (una habitación semicircular rodeada de cinco puertas que da mucho juego tipo vodevil de entrada y salida constante de los actores), el vistoso vestuario y la acertada iluminación se unen para redondear la versión del director andorrano que, reitero, gustó a muchos espectadores.
Musicalmente hay que destacar el excelente conjunto vocal que ha reunido el Maestranza para estas representaciones, y la impecable dirección del versátil maestro Guillermo García Calvo, al mando de la siempre brillante Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. El papel principal estaba en manos de Lianna Haroutounian que dió toda una lección de canto. La soprano armenia estuvo espectacular en toda la obra, especialmente en la parte final donde demostró sus cualidades: una voz carnosa, un canto pleno, soltura y seguridad en toda la tesitura, un timbre bello y una proyección y un volumen adecuados para su papel. Difícil destacar un momento u otro de su intervención pero en Es gibt ein Reich ya se pudo comprobar que íbamos a oír una Ariadne inolvidable. Todas las escenas finales con Baco fueron extraordinarias. Una brillantísima cantante. Strauss, como su contemporáneo Puccini, fue un compositor que mimó los papeles femeninos.
La pizpireta Zerbinetta, contrapeso cómico de la dramática Ariadna, la interpretó Elena Sancho, que lo dio todo vocal y escénicamente en un papel difícil y con una escritura musical endiablada. Bordó la famosa Großmächtige Prinzessin…So war es mit Pagliazzo, una de las piezas más maravillosas y complicadas de cantar de todo el repertorio operístico (y con una carga dramática que en esta producción se obvió), recibiendo el caluroso aplauso del público por su interpretación. Es verdad que quizá estuvo falta de volumen en algún pasaje pero eso no enmendó una intervención de gran calado y sobre todo de una enorme calidad y estilo.
Para completar el trío femenio que domina la ópera, el travestido papel del Compositor estuvo en manos de Cecelia Hall que también estuvo a un altísimo nivel. Elegante y entregada en sus intervenciones (un claro ejemplo fue la final Sein wir wieder gut) fue de las más contenidas escénicamente. Buen trabajo también de Gustavo López Manzitti como Baco. Su voz potente y de gran proyección no tiene ya excesiva frescura y algunas notas agudas suenan algo leñosas, pero esto se compensa con la madurez en la expresión y en su trabajo en los dúos de la parte final con Ariadna. Actoralmente demostró tener muchas tablas, y se notó en su desenvoltura en el escenario, espoleado por una dirección artística que explotó su excelente vis cómica, pero que distrajo demasiado en ciertas escenas con detrimento evidente de la atención a la parte musical de la ópera.
Ariadne auf Naxos se podría considerar una ópera coral, porque es verdad que tiene varios protagonistas pero el resto del reparto tiene una importante relevancia. Destacó el maestro de música de ese excelente cantante que es José Antonio López que volvió a demostrar que es un barítono de referencia. Muy bien también las tres ninfas, Sonia de Munck, Anna-Doris Capitelli y especialmente Ruth Rosique como Eco. Con su propia aria (Lieben, Hassen, Hoffen, Zagen) el Arlequín de Carlos Daza también destacó. Michael Witte como mayordomo (el único papel hablado y no cantado), Vicenç Esteve Madrid y Andrés Merino fueron otros de los destacados comprimarios.
Guillermo García Calvo es un director que se siente cómodo en repertorios muy distintos. Titular del Teatro de la Zarzuela hasta hace poco, su paso por diversos teatros del área germánica le permiten afrontar con paso seguro y firme el repertorio alemán, al tiempo que le hemos podido escuchar muy buenos trabajos en óperas italianas, como un estupendo Stiffelio en el Festival Verdi de Parma. En esta ocasión calibró con ojo de un auténtico Kapellmeister los entresijos de una bellísima partitura camerística que está llena de momentos brillantes que mezclan el neoclasicismo con pasajes más vanguardistas. Los tiempos fueron adecuados y la atención al escenario constante. A sus órdenes una orquesta que nunca defrauda, toque el repertorio que toque, la ROSS, una joya que hay que mimar por parte de las administraciones. Destacó el piano de Tatiana Postnikova, solista de este instrumento en la orquesta, al que Strauss da mucha relevancia es su partitura.
Al final uno siente orgullo de que se pueda hacer un excelente Strauss en tierras españolas, con muchos de los participantes siendo músicos nacionales. Mi enhorabuena al Teatro de la Maestranza, no hay que irse a tierras germánicas para disfrutar de una gran noche de ópera straussiana.
Fotos: © Guillermo Mendo