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Barcelona. 19/01/25. Palau de la Música Catalana. Obras de Mendelssohn y Tchaikovsky. Franz Schubert Filharmonia. Vlad Stanculeasa, concertino y director.

Vlad Stanculeasa, concertino de la OBC, apareció el domingo en el Palau de la Música Catalana al frente de un destacamento de cámara de la Franz Schubert Filharmonia, que volvió a la carga con el primer programa de este 2025. El menú fue un díptico formado por el Octeto de cuerda en mi bemol mayor, op.11, de Mendelssohn, y por la Serenata para cuerdas en do mayor, Op. 48, de Tchaikovsky. La propuesta del conjunto dirigido por Tomás Grau, que habrá salpicado varias provincias catalanas contando con una visita a Madrid, encaja en una programación que pretende ser diversa, apostando también por formatos menos habituales, contando siempre con invitados de primer orden, como la pianista georgiana Elisabeth Leonskaja, que visitó el Palau el pasado diciembre, o el violinista en cuestión, uno de los músicos más destacados de Rumanía.

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El debut de Stanculeasa con la FSF, que se produjo estrictamente hablando, el sábado, fue, aun sin tratarse de un espectacular concierto de violín, un velada llena de sensibilidad y cohesión, algo que pudo apreciarse con facilidad, y además, muy digerible para todos los públicos. De hecho, el del domingo, se mostró tan relajado y a gusto como para aplaudir reiteradamente “cuando no tocaba”, en diversas ocasiones, incluso antes de terminar los movimientos. Stanculeasa, concertino de la OBC y de la Sinfónica de Basilea, es una cara conocida en nuestro país, habiendo ocupado también el primer atril de la ONE, y su laureada trayectoria le ha valido para ser el portador de una codiciada reliquia musical.

Con su valioso Sanctus Seraphino, un distinguido violín de 1739, irrumpió en el templo modernista acompañado de siete integrantes. El conjunto completó el octeto de Mendelssohn con un contrabajo en sustitución del último chelo, una práctica que, aun sin ser especialmente inusual, pudo sorprender a algunos. La decisión, en general, enriqueció la lectura de Stanculeasa, quien al parecer aceptó la propuesta, aportando a la frescura de esta obra de juventud e innovadora para su época, los armónicos del contrabajo y su profundidad, gracias a una esmerada y dedicada interpretación de la contrabajista Yamila Pedrosa.

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Las escalas de Vlad fueron perfilándose con más precisión a lo largo del Allegro moderato y las voces medias se integraron más y más a medida que avanzaron los compases, mostrando todos su mejor versión durante el desarrollo y una reexposición triunfante, que provocó ya el primer y efusivo aplauso de un público algo más espontáneo de lo habitual. Con Stanculeasa, el conjunto recorrió el Andante como un coral, apasionado y rico en vibrato, antes de transitar por el Scherzo con una articulación muy bien ensayada, y luciendo antebrazo en el Presto final, siempre guiado por el arco del rumano. 

Tras la pausa, Stanculeasa dobló el contingente para ofrecer una seductora lectura de la serenata de Tchaikovsky, aunque el tocar de pie, podría haber otorgado algo más de dinamismo. En cualquier caso, el conjunto estuvo bien equilibrado en lo sonoro, capaz de emular a la orquesta de cuerdas en los momentos de mayor esplendor sin perder la versatilidad de la cámara, ofreciendo una introducción clara y cristalina. Poco mejorable pudo ser la “mozartiana” sonatina del primer movimiento, funcionando bien a lo largo de las diversas texturas y la multitud de pasajes, siempre con el staccato a raya.

Tampoco defraudó el vals del segundo capítulo, ligero y fresco, con los integrantes bien atentos a las cadencias y al tempo del concertino. Destacaron los chelos en el tercer movimiento, donde exprimieron toda su expresividad, en uno de los mejores momentos del concierto, que fue capaz –ahora sí– de contener la respiración de la sala. Le siguió un Finale muy rítmico y bien ensamblado, en el que los dieciséis lucieron su habilidad en las escalas descendentes y una gran precisión grupal. Concertino y conjunto regalaron el Impromptu para cuerdas, op.5 de Sibelius para rematar un recital memorable.

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Fotos: © Martí E. Berenguer