Hay que quitarse el sombrero cuando una cantante demuestra en el escenario dominar un papel tan emblemático como el principal de La sonnambula de Vincenzo Bellini. Un rol por el que han transitado míticas cantantes como la primera que lo estrenó, Giuditta Pasta, o María Malibrán, y ya en el s. XX, María Callas o Joan Sutherland. Jessica Pratt, que debutaba el pasado sábado con Amina en las temporadas de ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera), hizo una recreación del papel perfectamente canónica, plenamente belcantista. Sus intenciones y el profundo conocimiento del papel ya se habían podido ver en la excelente entrevista que Yolanda Quincoces le hizo para esta revista. El pasado sábado lo confirmó plenamente, demostrando ser una cantante perfectamente preparada técnicamente para las difíciles agilidades que requiere el papel. Pero no solamente sus coloraturas fueron bellísimas, todo su canto estuvo lleno de intención, de delicadeza, de emoción. No es una voz la suya de una potencia extraordinaria pero siempre se oyó con claridad y por encima de coro y orquesta. Sus pianissimi fueron exquisitos, dulces, espectaculares. Ni la endiablada aria de presentación Come per me sereno ni en el resto de sus intervenciones flaqueó su fiato o una hermosa línea de canto que encandiló al público. La tierna escena del sonambulismo y la consiguiente cabaletta Ah, non giunge, fue rematada por un agudo prístino y bello, de lo mejor que el firmante ha oído en once años que visita regularmente el Palacio Euskalduna. Su enfoque actoral del papel huye de la ñoñería o la empalagosa inocencia. Como ella misma comenta en la entrevista reseñada más arriba, Amina es una joven que le ha arrebatado el prometido a otra mujer, la resentida Lisa, y sabe perfectamente lo que quiere: el amor de Elvino. Y eso es lo que vimos, una mujer enamorada, que insiste con firmeza en su inocencia cuando es injustamente tratada y que perdona con nobleza cuando el entuerto del enrevesado argumento es aclarado. Brillantísima cantante y convincente actriz.
Antonino Siragusa defendió su Elvino con buenas armas: una voz de bello timbre, excelentemente proyectada, de agradable metal y sobradamente potente, incluso para el Euskalduna. Aunque le costó más que a su compañera adaptarse al estilo belliniano nos brindó un bello Prendi, l’anel ti dono. Se mostró valiente en las subidas al agudo, que sonó squillante, mucho mejor resuelto cuando no utilizó apoyaturas, y mostró soltura con sus gestos en el escenario. Mirco Palazzi, en el papel del conde Rodolf, cantó muy bellamente su aria Vi ravviso, o luoghi ameni, seguramente una de las fuentes en las que bebió Verdi para sus hermosas arias de barítono. Un poco falto de potencia para el espacio bilbaíno, Palazzi resolvió sin dificultad su parte, acertando con esa mezcla de picardía y nobleza que tiene el papel. Elena Sancho estaba afectada por un proceso catarral que fue avisado en el intermedio por megafonía. Ante esas circunstancias sólo queda agradecer a la cantante el pundonor con el que defendió sus dos principales intervenciones. Esperemos que en posteriores funciones pueda demostrar su valía plenamente. Un placer volver a contar en estas temporadas con la profesionalidad vocal de Itxaro Mentxaka. Poco audible, pero correctamente cantado, el Alessio de José Manuel Díaz y cumplidor Alberto Núñez como notario. La sonnambula es una ópera donde el coro tiene un papel importante y sus intervenciones son numerosas. El Coro de Ópera de Bilbao se mostró empastado en todo momento, destacando su trabajo en la escena que abre el segundo acto en donde su pudo apreciar la calidad que atesora, aunque yo destacaría la gracia y el buen hacer con la que cantaron la campestre melodía In Elvezia non v’a rosa.