© Stefan Höderath | Berliner Philharmoniker 

Joaquín Riquelme: "Estos 15 años en la Filarmónica de Berlín han sido un sueño hecho realidad"

Por estas mismas fechas, hace ahora década y media, un joven instrumentista murciano cumplió su sueño de acceder a la Filarmónica de Berlín con una posición estable en el conjunto. No fue el primero -ahí estuvo Santiago Cervera durante 28 años- ni el último -al poco de hacer esta entrevista conocimos el acceso a la orquesta de la violinista gallega Raquel Areal Martínez- pero ningún otro músico español, a excepción de Joaquín Riquelme, puede contar hoy en día de primera mano qué supone vivir y trabajar durante 15 años formando parte de los Berliner Philharmoniker. Para conocer con más detalle sus vivencias durante este tiempo nos citamos en Berlín con el músico español, siempre risueño y amable, de verbo fácil y genoroso en anécdotas.

Empecemos por el final. ¿Qué se siente después de estos 15 años formando parte de una de las orquestas con más renombre y proyeción a nivel internacional?

No hay día que no mire a mi alrededor y me pregunte qué hago aquí. Me sigue sorprendiendo el privilegio que supone vivir esto cada día. Es un orgullo y es un lujo. Estos 15 años en la Filarmónica de Berlín son lo más parecido a un sueño hecho realidad y no hay día que no agradezca la suerte de poder estar aquí, hablando de tú a tú con directores y solistas con los que jamás hubiera imaginado poderme encontrar en mi carrera.

Cuando echo la vista atrás, con el bagaje de estos 15 años, me doy cuenta de que he disfrutado de una generación de directores que ya no están con nosotros, como Mariss Jansons o Claudio Abbado. Y tantísimos conciertos con Daniel Barenboim, Zubin Mehta... auténticas leyendas vivas de la música clásica. 

¿Qué es lo que hace tan especial a esta orquesta? ¿Qué es lo que hace tan especial a los Berliner? ¿Es una cuestión de sonido o la identidad de la formación está en otras cosas?

El mayor secreto de esta formación es el funcionamiento totalmente democrático de la orquesta. Todos y cada uno de los músicos que formamos parte de la orquesta hemos pasado por el mismo proceso. En la práctica, todos somos iguales. Una vez pasas la audición y las correspondientes rondas, una vez que estás dentro, eres uno más. Son dos años de prueba y si cuentas con dos tercios más uno de los miembros a tu favor, te quedas. Esto hace que todos los músicos que forman parte de la orquesta estén aquí porque los demás así lo han querido. Y esto es muy importante, como decía, porque nos hace a todos iguales; cada uno con sus funciones, cada uno en su posición, pero todos iguales. Esta naturaleza democrática de la Filarmónica de Berlín es algo único.

"LA NATURALEZA DEMOCRÁTICA DE LA FILARMÓNICA DE BERLÍN ES ALGO ÚNICO"

Es interesante que ponga el acento en el grupo humano y no tanto en lo que hacen, en su ejecución virtuosa o en su sonido.

En realidad la Filarmónica de Berlín es un enorme conjunto de cámara. Hay un nivel muy alto de compañerismo y complicidad entre nosotros, a nivel personal, y eso creo que se percibe y se nota en el sonido que se escucha en nuestros conciertos. De hecho, tenemos muchos proyectos de música de cámara y es muy fácil pasar de ese diálogo entre unos pocos instrumentos a lo que después hacemos con el gran repertorio sinfónico; en la práctica es lo mismo a nivel de fraseo, articulación, afinación... El entendimientoo en este sentido es total desde el primer minuto con los compañeros de la orquesta.

Recapitulemos un poco los acontecimientos. ¿Cuándo exactamente accede Joaquín Riquelme a la Filarmónica de Berlín?

La prueba de acceso fue el 19 de septiembre del 2009 y mi primer ensayo fue el 1 de febrero del 2010, con un programa con Simon Rattle que incluía la Primera sinfonía de Sibelius, el Primer concierto para piano de Beethoven con Mitsuko Uchida, y una selección de Le Grand Macabre de Ligeti con Barbara Hannigan. Un programón. ¡Y justo después de estos conciertos en Berlín hicimos una gira por España! Dimos conciertos en Madrid y en Zaragoza. Fue muy especial porque mi último concierto en el Auditorio Nacional, antes de volver allí con los Berliner, había sido con la orquesta del conservatorio de Atocha, interpretando precisamente la obertura de Los maestros cantores de Wagner, una obra que hicimos nuevamente allí con Rattle y la Filarmónica de Berlín. Imagínese la impresión de volver a tocar la misma obra, en el mismo sitio, pero con los Berliner. 

¿Y qué le trajo a Berlín? ¿Por qué esta ciudad, por qué esta orquesta?

Yo vine aquí a estudiar en 2005 con Hartmut Rohde, en la Universidad de las Artes, donde ahora casualmente soy profesor -otro círculo que se cierra-. Y en una de esas primeras veces que vine a Berlín, de las primeras cosas que hice fue intentar ver un concierto con la Filarmónica de Berlín. Esos días tocaban con Seiji Ozawa, un programa con Pelléas et Mélisande de Schönberg y la Séptima de Beethoven. Al salir de ese concierto mi sensación fue la de estar por fin en casa. Ese era el sonido que yo llevaba persiguiendo desde hacía tiempo. La primera vez que escuchas en vivo a la Filarmónica de Berlín te marca. 

Pero lo cierto es que pasó entonces un tiempo en Barcelona.

Eso es. Dejé entre paréntesis el sueño de Berlín y estuve tres años tocando en Barcelona con la OBC, donde saqué plaza de asistente de solista a los 23 años. Yo seguía yendo y vieniendo a Berlín, para estudiar, y en un momento dado me dije que tenía que probar y presentarme a las pruebas de acceso a la Filarmónica de Berlín. Y aquí estamos (risas).

Un sueño hecho realidad, como decía al principio.

Yo tenía muy buen recuerdo de Berlín, como ciudad, me apetecía trasladarme allí tarde o temprano, con un trabajo estable. Y dio la casualidad de que la primera plaza fija que salió cuando fui para allá fue la de la Filarmónica. Y fue llegar y besar el santo. Es verdad que hice una primera prueba, pero estaba con fiebre y no estaba bien. Pero quise intentarlo una segunda vez, estando al cien por cien, y ese día todo funcionó. Creo que es uno de los días que mejor he tocado en mi vida, en esa prueba de acceso. Fue un día increíble para mí. La prueba se resolvió muy rápido, además. Y de un día para otro me cambió la vida. 

Menudo salto, entrar a formar parte de la Filarmónica de Berlín habiendo pasado únicamente por la OBC.

Sí, de los años en la OBC guardo muy buen recuerdo, debo decirlo. Y conservo grandes amigos de aquel tiempo. Para mí la OBC fue una escuela intensiva hacia el mundo profesional. Yo apenas había salido de la JONDE, en aquel momento. La OBC también me hizo llegar a Berlín habiendo hecho ya mucho repertorio; yo para entonces había hecho incluso los Gurrelieder, que se hacen muy de cuando en cuando.

"LA PRIMERA VEZ QUE ESCUCHAS EN VIVO A LA FILARMÓNICA DE BERLÍN TE MARCA"

¿Es consciente de haber roto una barrera invisible, con su acceso a la Filarmónica de Berlín? Me refiero al hecho de que muchos músicos españoles pensaron, tiempo atrás, que era imposible acceder a una plaza fija en una orquesta como esta y sin embargo usted demostró que era posible.

Sí, yo no fui el primero, ahí estuvieron Enrique Fernández-Arbós y Santiago Cervera, pero sí que fui el primero en tiempos modernos, en la era del Facebook (risas). Y sí, de alguna manera rompí una barrera. Había una tradición importante de academistas españoles en la orquesta, algunos de ellos intentaron quedarse en la orquesta y se quedaron a las puertas. Cuando conseguí la plaza de alguna manera se quitó el precinto del miedo. Yo ese día recibí centenares de mensajes y llamadas, hice muchas entrevistas... Y de esa manera mucha gente vio que con trabajo y humildad era posible llegar a una orquesta así viniendo desde España. Mi generación fue la primera que se quitó ese complejo de inferioridad y salío fuera de una manera generalizada a formarse y a buscar trabajo. Ahora mismo estamos ya varios españoles en la orquesta, curiosamente todos de cuerda: Luis Esnaola, que entró en el 2016; Roxana Wisniewska, que entró en 2023; y ahora ha entrado Raquel Areal Martínez.

Sigamos recapitulando y vayámonos ahora más atrás, a los inicios de su relación con la música, de niño. ¿Cuándo y por qué la viola?  

Pues de casualidad, como casi todo en mi vida (risas). El día que había que escoger instrumento, solo quedaban plazas para viola, arpa o saxofón. Yo quería tocar el violín por aquel entonces, con ocho años. Me dijeron que la viola era más o menos como un violín y yo me lo creí (risas). Tuve suerte de encontrar pronto un buen profesor, Pedro Navarro, que ha sido el que me ha guiado durante todos estos años. A día de hoy mantengo el contacto con él y nos vemos casi siempre que voy a Murcia.

Un tiempo después me sugirieron apuntarme a una joven orquesta de músicos de la región, hice una prueba y me cogieron, con once años. Y esa primera vez tocando con orquesta es algo que no se olvida, esa sensación de estar creando algo todos juntos; ese primer acorde, aunque suene a rayos, es una impresión imborrable. Creo que aquel día decidí, o sentí más bien, que quería ser músico.

Me fui después a Madrid a hacer el Superior con Emilio Mateu, con quien estuve tres años; y después el último año con Alan Kovacs. El verano anterior a terminar el Superior conocí a Harmuth Rhode, en un curso en el Festival Pablo Casals de Prades, y con él seguí después mi formación en Berlín, como dije antes.

Su actividad con la orquesta, aquí en Berlín, ¿le ha permitido mantener una mínima agenda también como solista? 

Sí, yo ya había hecho alguna que otra cosa como solista antes de entrar aquí y obviamente el sello de calidad que te da formar parte de la Filarmónica de Berlín te ayuda también a proyectar esa faceta. No me puedo quejar en este sentido e intento filtrar mucho los compromisos que asumo, también para equilibrar con la vida familiar.

¿Con qué orquestas ha tocado en España, como solista?

Han sido varias: la Orquesta de Valencia, la Sinfónica de Galicia, la OSPA, la ORCAM...

No ha citado ni la OBC ni la ONE... 

Bueno, no ha surgido con ninguna de las dos. Ojalá llegue la ocasión, tarde o temprano. Con la OBC en particular sería muy bonito, porque todavía hay allí compañeros con los que compartí atriles en su día.

Además de su actividad como solista, su agenda con los Berliner le deja también tiempo para la docencia.

Sí, ese es otro de los secretos de esta orquesta. Todos los músicos tenemos tiempo libre, ya sea para quedarme en mi casa a leer o para hacer otros proyectos.

¿Cómo es una semana estándar de trabajo en la vida de un miembro de la Filarmónica de Berlín?

Hacemos tres conciertos, normalmente jueves, viernes y sábado; martes y miércoles hacemos ensayos por la mañana y por la tarde; y el jueves por la mañana, un ensayo general. Domingo y lunes libramos. Semanas así solemos tener tres al mes y libramos una. A todo esto hay que sumar otros posibles compromisos con la orquesta, pero ciertamente es un esquema de trabajo que nos deja tiempo para vivir, para hacer otras actividades y nos genera ganas de volver a tocar con la orquesta; no estamos hastíados nunca por la rutina y eso es fundamental. Si quieres cinco estrellas, tienes que dar cinco estrellas; si quieres tener la mejor orquesta del mundo, tienes que facilitar unas condiciones de trabajo que estén a la altura. Y al revés, nosotros como músicos damos cinco estrellas precisamente porque tenemos las condiciones de trabajo que nos permiten hacerlo. La orquesta nos hace partícipes hasta el punto de elegir a nuestro director titular, no hay que olvidarlo. ¿Cuántos trabajadores pueden elegir a su jefe? (Risas)

Volviendo a su experiencia con la Filarmónica de Berlín, imagino que las giras con ellos le habrán llevado a lugares increíbles.

Sí, tengo anécdotas para un libro (risas). Como aquel concierto en Cracovia al que fuimos en helicoptero desde Berlín, para el funeral del presidente Kaczynski y su esposa. O hace poco, en Estados Unidos, pudiendo ver auténticas joyas en la Biblioteca del Congreso, en Washington. Y conocer a los emperadores en Japón, por supuesto también a la Reina Sofía en varias ocasiones. Y ha habido viajes espectáculares, como la gira por Australia. Todo eso es un aliciente más a lo que sucede cada día en el escenario.

Realmente el nivel de artistas y batutas con las que puede trabajar aquí en Berlín, cada semana, es abrumador.

Sí, yo suelo decir que no todas las semanas son partido de Champions (risas), pero el nivel es sin duda altísimo. Y cuando, por lo que sea, una semana no está muy entonada, la orquesta siempre tira del carro hacia adelante.

Usted entra a la Filarmónica ya con Simon Rattle de director titular y ha vivido toda la transición hacia el liderazgo actual de Kirill Petrenko. ¿Qué balance haría de ambas etapas?

Ciertamente son maestros muy diferentes. Rattle era una persona mucho más mediática y esto a la orquesta le vino muy bien para toda la transción desde el CD a las plataformas digitales y al mundo del streaming. El Digital Concert Hall fue idea de un músico, de un compañero nuestro, Olaf Maninger, pero Rattle dio la cara por todo ese proyecto desde el principio. A día de hoy toda esa parte es importantísima para la actividad de la orquesta, con un sello discográfico propio incluso. Hemos convertido la Philharmonie en un estudio de alta definición desde el que se emite en vivo cada semana, es algo increíble. Y como decía, Rattle acompañó muy bien toda esta transición y además amplió notablemente el repertorio de la orquesta; Abbado también hacía programas con música contemporánea de manera habitual pero Rattle hizo una apuesta muy decidida por la música actual. 

Petrenko no tiene ese lado mediático, por su personalidad, aunque el trato con él es excelente; es muy amable y cercano con nosotros. Su prioridad es estar centrado en la música más que en los medios, es su forma de ser. Y con él estamos trabajando muy bien. Es muy metódico y minucioso; le gusta tenerlo todo bien atado. Realmente está consiguiendo que hagamos conciertos a un nivel increíble. La última gira por Estados Unidos ha sido realmente impresionante. Y en la ópera, a día de hoy, no hay nadie como Petrenko. Todo lo que hemos hecho con él en Baden-Baden ha sido una experiencia espectacular.

Ya terminando esta charla, hablemos un instante de la reputación de la viola. Creo que durante mucho tiempo ha tenido el sambenito de ser un instrumento al que mucha gente llegaba de rebote. Por fortuna esa realidad ha cambiado mucho en las últimas décadas, incluso con solistas tan consagrados como Tabea Zimmermann o Antoine Tamestit.

Si echo la vista atrás, de cuando yo era pequeño a ahora, el cambio ha sido exponencial, estamos a años luz afortunadamente. Ahora es relativamente normal o habitual que haya un solista de viola invitado por temporada. Hay además mucho repertorio y más que habrá; yo mismo estrené un concierto de Marc García Vitoria, titulado 'Furia y lamento'. Mi primera grabación como solista ha sido la del concierto de Brotons, que es un concierto relativamente desconocido y que yo quería reivindicar para el repertorio. Todo esto hace que los niños comiencen ya con la viola como vocación, desde el principio, y que el instrumento no de lugar a chistes. El propio instrumento se ha modernizado organológicamente, las violas ya no son tan pequeñas; y es ciertamente un instrumento con un sonido muy especial, muy cálido, muy humano.

Por último, ¿a qué directores citaría como los más especiales durante su tiempo en la orquesta?

Sin duda citaría la poesía y el calor mediterráneo de Claudio Abbado, citaría ese fuego en los ojos que ha habido siempre en la mirada de Barenboim, también la energía contagiosa y entusiasta de Zubin Mehta, también la fluidez y la libertad de hacer música con Simon Rattle...