Lohengrin, un canto del cisne wagneriano
La Barcelona wagneriana revive con el estreno de un nuevo Lohengrin firmado por Katharina Wagner
Preludio
Se ha considerado a Lohengrin (Weimar, 1850), la apoteosis de la ópera romántica alemana. No solo por ser un punto culminante de la obra wagneriana antes de entrar en la etapa de sus óperas maduras, con el estreno de Tristan und Isolde (Munich, 1865), sino también porque ese punto y seguido, o ese antes y después, de alguna manera, marca en fin de una era en la ópera alemana y el inicio de otra. El famoso preludio del Tristan y su trascendental acorde así lo atestiguan.
Lohengrin es además, la primera ópera que se pudo ver en Barcelona, un año después de su estreno nacional en Madrid en 1881. Fue estrenada en el Teatro Principal en 1882 y al año siguiente en el Liceu. A partir de entonces ha sido la ópera de Wagner más vista y programada para los liceístas.
Antes del estreno de la nueva producción firmada por Katharina Wagner este mes de marzo del 2025, y según los anales del Liceu, se contabilizan un total de 242 funciones en el teatro de las Ramblas.
Lohengrin, según el mito medieval, es hijo de Parsifal, así lo confiesa él mismo en su aria final. Hay que recordar que el estreno oficial y legal de Parsifal fuera de Bayreuth, se produjo en el Liceu de Barcelona en la fecha del 31 de diciembre de 1913, en una mítica función que se inició a las 22:50 y acabó a las 05:00 de la madrugada del 1 de enero de 1914. Se aprovechó la entonces diferencia horaria de una hora con Alemania, para realizar un estreno oficial que cumplía con el veto riguroso impuesto desde Bayreuth según el cual solo a los 30 años de la muerte del compositor, la ópera se podría escenificar fuera del Festspielhaus.
No es baladí remarcar que Wagner pensó y compuso Parsifal con la acústica del Festspielhaus in mente, y que es la única ópera que responde a ese conocimiento espacial del teatro, por lo que ver y escuchar un Parsifal en Bayreuth sigue siendo una experiencia única sin parangón.
Este 2025 se cumple la efeméride del 175 estreno de Lohengrin en Weimar, dirigido entonces por Franz Liszt, tatarabuelo de Katharina Wagner, quien ayudó y apoyó siempre al que acabaría siendo su futuro yerno, Richard Wagner.
Si sumamos la tradición wagneriana de Barcelona, no solo el hito que supuso el estreno oficial del Parsifal fuera de Bayreuth en 1913, sino que sigue siendo el único teatro de Europa que ha recibido la visita de los cuerpos artísticos del Festival en dos ocasiones.
En la primavera de 1955, se pudieron ver en las icónicas producciones de Wieland Wagner, tío de Katharina: Tristan und Isolde, Die Walküre y Parsifal, con la orquesta y coro del Festival y cantantes como Hans Hotter, Marta Mödl, Wolfgang Windgassen, Ludwig Weber, Ramon Vinay o Gré Brouwenstijn, bajo las batutas de Joseph Keilberth y Eugen Jochum.
En el septiembre del 2012, y como celebración previa al año del bicentenario del nacimiento de Wagner, se volvió a producir la visita de los Festivales Bayreuth, en esta ocasión para interpretar tres óperas: Der Fliegende Höllander, Lohengrin (con Klaus Florian Vogt en el rol titular y la batuta de Sebastian Weigle, exdirector titular del Liceu), y Tristan und Isolde (con Irene Theorin como Isolde).
En ese 2012, Katharina Wagner compartía la dirección artística del Festival de Bayreuth junto a su hermanastra Eva Wagner Pasquier, quien renunció a la codirección del Festival en 2015. Ambas estuvieron en las representaciones en concierto entonces en el Liceu. Desde ese año Katharina es la única y actual directora artística del mismo.
Primer Acto. ¿Por qué Katharina Wagner y Lohengrin en Barcelona?
Con todos estos precedentes, parece incluso lógico y respondiendo a la tradición impuesta por Wagner en Barcelona y con el vínculo Bayreuth- Barcelona, que naciera una nueva producción encargada a la bisnieta de Wagner. Fue la ex-directora artística del Liceu, la alemana Christina Scheppelmann, quien contrató a Katharina para firmar una nueva producción de Lohengrin. ¿Por qué esta ópera?
Como ya se ha mencionado, es la ópera más vista y querida de Wagner en el Liceu. Las dos veces que se había representado anteriormente (en el año 2000 y en el 2006) se pudo ver en la controvertida producción de Peter Konwitschny, quien convertía a la corte de Bravante en una escuela de niños y a Lohengrin en el único adulto de la producción. Imposible olvidar en aquella primera ocasión a la mítica Eva Marton como Ortrud, una niña con coletas, resabiada y gamberra, que revolucionaba toda la clase enfrentándose al adulto Caballero del cisne.
En el año 2000 dirigió desde el foso el maestro Peter Schneider, quien dirigiría en 2012 la única función de Tristan und Isolde en la visita del Festival de Bayreuth en el Liceu. En 2006 dirigió el último Lohengrin visto en el Liceu el maestro Sebastian Weigle, exdiretor musical del Liceu en el periodo 2004-2008, y quien dirigió también las dos ultimas funciones en versión de concierto de Lohengrin con la orquesta y el coro del Festival de Bayreuth en septiembre del 2012 en Barcelona. Ambos directores, Schneider y Weigle han dirigido también en la sede del Festival, el teatro que corona la mítica verde colina.
Que sea Josep Pons, actual director musical del Liceu, quien dirija estas funciones de Lohengrin añade solera a los precedentes explicados. Antiguo escolanet de Montserrat, el Montsalvat mítico según la leyenda, el lugar donde se encuentra escondido el Santo Grial, no hace más que sumar simbología e historia a este Lohengrin. El maestro Pons además se ha revelado como un experto wagneriano, habiendo cosechado entre sus mayores éxitos en el Liceu al foso, con las direcciones del Ring, de Parsifal y de Tristan und Isolde, siendo Wagner una piedra de toque fundamental de su repertorio.
Tiene todo el sentido del mundo pues que la actual directora del Festival de Bayreuth, Katharina Wagner, tataranieta de Liszt, quien dirigió el estreno de Lohengrin en Weimar, y bisnieta de Richard Wagner, sea la escogida para esta nueva producción a estrenar en Barcelona.
Katharina, como familiar y heredera generacional, dirige artísticamente el Festival que fundo su bisabuelo, desde el año 2008 al 2015 junto a su hermanastra Eva Wagner, y desde el 2015 en solitario hasta el año 2030 según última renovación de su contrato vigente.
Katharina es la tercera mujer en dirigir artísticamente el festival, después de hacerlo su bisabuela Cosima Liszt y su abuela Winifred Wagner, siguiendo la estela de un clan Wagner que se mantiene ininterrumpido a las riendas desde el nacimiento del Festival de Bayreuth en 1876.
Katharina Wagner ha firmado dos puestas en escena en el Festival de Bayreuth: Die Meistersinger von Nürnberg (2007 al 2011) y Tristan und isolde ( 2015 al 2019). No es la primera vez que dirige una puesta en escena de Lohengrin, ya lo hizo en Budapest en 2004, una producción donde por cierto donde ya indagó en un lado oscuro del Caballero del cisne. De su bisabuelo también ha firmado puestas en escena de Rienzi (ópera de Bremen en 2008), Der Fliegende Höllander (2002, Würzburg) y Tannhäuser (Las Palmas, 2009).
Con esta lista solo le queda por afrontar como regista de las óperas de su bisabuelo dos títulos clave del repertorio de Bayreuth: el Ring y Parsifal, título que parece se va a llevar a cabo en temporadas futuras, previo anuncio, en Las Palmas, donde ya dirigió Tannhäuser.
Segundo acto. ¿Qué tiene Lohengrin que la hace una ópera tan especial?
Christian Thielemann, el eminente director musical alemán, heredero directo de la tradición germana wagneriana y única batuta que ha ostentado el título de Generalmusikdirector del Festival de Bayreuth, del 2015 al 2020, escribe en su libro Mi vida con Wagner (Akal, 20130: “La emancipación del sonido respecto de su modo de producción: eso es Lohengrin”.
Emancipación como un constructo sonoro que se identifica con unos protagonistas, contradictorios, víctimas de sus propios miedos, y donde el conocimiento, el saber y los orígenes determinan una historia de final triste con una esperanza que en este caso quizás sí es lo último que se pierde.
Wagner acierta en darle al protagonista el cisne como animal simbólico. Un animal de múltiples y complejas lecturas que se identifica en el mundo griego con el Dios Apolo. El dios de la música, ya que se diferencia el cisne melódico helénico, el del ánade que canta prefigurando su propia muerte, del cisne nórdico mudo y nocturno.
Es el cisne también el animal que conduce el carro de la diosa Venus, símbolo aquí del deseo, pero también el cisne que conduce el carro del dios del Sol durante su descanso nocturno. Un animal que contiene lo masculino y lo femenino en su forma, cuello de connotaciones fálicas, cuerpo sinuoso y exuberante en contraste femenino. Un ave clave también en su simbología alquímica.
Cita también Thielemann que Lohengrin tiene una especial relación con el Regiethetater alemán, por que quizás su simbolismo tramposo, basado en una pregunta que no se puede realizar, conduce a una música que se clava y se sumerge en los márgenes, en un sonido inasible que necesita de una orquesta refinada y técnicamente muy competente para trasladar esos sonidos áulicos que parecen provenir de otro mundo.
Lohengrin es una ópera perfecta para introducir a un espectador no habituado a Wagner a su mundo sofisticado y venenoso. La melodía dulce e infinita de sus violines, el canto que insinúa pero a la vez oculta la verdad de un héroe que viene de otro mundo obliga al espectador a rendirse extasiado a la fe que propone la música. Una fe basada en la belleza de un sonido que noquea, aturde y desafía la lógica obligando al oído a sumergirse en una amalgama musical de una hedonismo sensual, mistérico y mágico.
El poder de la palabra se reivindica como si se tratara de un sortilegio. “No preguntes” dictamina Lohengrin a Elsa. Ella misma se asusta de cómo suena su nombre en la oscuridad pronunciado por Ortrud, el mismo temor que asevera Telramund cuando su esposa menciona a Dios con unos ecos de tenebroso oscurantismo que producen escalofríos.
Y finalmente el héroe que se presenta al final como hijo de Parsifal, Caballero del Grial y santo varón más etéreo que humano quien no consigue el amor en forma de fe de Elsa, rompiendo un juramento basado en el temor y el miedo.
El conocimiento siempre trajo dolor y perdida, el de la manzana mordida de Eva, el de Pandora al abrir la caja, el de la esposa de Lot al girarse para mirar la destrucción de Sodoma y acabar transformándose en estatua de sal, o la del mítico Prometeo al robar el fuego de los dioses, y tener conocimiento de una realidad que lo humaniza para siempre.
Se ha dicho que Lohengrin es la ópera más bella y a la vez más triste de Wagner, una contradicción inherente a un compositor que tiene en las paradojas que representan sus óperas un filón para su interpretación en las puestas en escena. Quizás Wagner, más que cualquier otro compositor de la historia de la ópera, admite un mayor número de interpretaciones escénicas, aparentemente una más diferenciada que otra.
Tercer Acto. ¿Qué nos propone la nueva producción de Lohengrin firmada por Katharina Wagner para el Liceu de Barcelona?
Hija del estilo alemán de la tradición del Regietheater (ser fiel al mensaje final de la obra independientemente de la estructura formal pensada por el autor), Katharina ya ha demostrado en sus dos puestas en escena en Bayreuth, Meistersinger y Tristan, que la tradicional lectura sobre las obras de su bisabuelo, puede tener en el reverso de la historia otra cara que contar.
Así en sus Meistersinger, Hans Sachs acaba revelándose como un guía populista, extremista y ultraconservador, que en su arenga final prefigura las figuras de los grandes dictadores de la historia, mientras que el alocado Beckmesser representa el arte disruptivo, provocador y anárquico que encarna el verdadero futuro del artista libre.
Lo mismo ocurre con los enamorados en Tristan und Isolde, quienes no necesitan beber ninguna pócima porque el amor surgió entre ellos previamente y su realidad amorosa trasciende el tiempo, el espacio y una sociedad que los estigmatiza, los niega y los quiere instrumentalizar.
La penúltima puesta en escena de Lohengrin en el Festival de Bayreuth, la firmada por Hans Neuenfels, también supuso un éxito si precedentes de una lectura basada en una producción de espíritu Regietheater.
Un triunfo bajo dirección artística de Katharina Wagner, en la época que compartía liderazgo con su hemanastra Eva Wagner, donde la sociedad de Bravante está representada por unas ratas, quienes siguen la llegada de Lohengrin salvador como si de un verdadero flautista de Hamelin se tratara. Elsa y Ortrud tienen un espectacular enfrentamiento en el segundo acto, una con vestido de Cisne blanco (Elsa) y la otra, Ortrud, enfundada en un vistoso vestido de cisne negro, en una batalla sin par y sin evidente ganadora.
Por cierto en esa llamativa producción, estrenada el verano del 2010, un clásico del sello Bayreuth, su protagonista ya fue Klaus Florian Vogt, en sustitución del debutante Lohengrin de Jonas Kaufmann en la Verde Colina, quien solo cantó cuatro de las seis funciones previstas.
Katharina Wagner en su nueva producción de Lohengrin para el Liceu, nos presenta un protagonista sediento de poder, el reverso oscuro de un verdadero héroe, una lectura que pretende poner en tela de juicio ¿qué es la verdad?, ¿cómo llegamos a ella?, ¿porqué hay que aceptar unas normas que restringen el conocimiento?, y cómo la fe supone un camino hacia la ignorancia de la realidad que solo conduce al temor, al miedo a mirarse a uno mismo y a afrontar la verdad como camino de salvación y sublimación.
Los colores nos engañanan, el supuesto blanco impoluto del Caballero del cisne que debería cegarnos por su resplandor, en realidad nos ciega con una máscara que oculta un antihéroe. El negro del Cisne nos advierte que la ausencia de color que significa el negro, es la ausencia de heroísmo del supuesto salvador.
Ortrud como mujer empoderada y fuerte, verdadera némesis de Lohengrin, es la única que descubre y conoce la verdad oculta del protagonista y ayuda a Elsa a descifrar un enigma que nunca le acaba de convencer del todo. Con sus imprecaciones y fortaleza nigromántica se rebela libre y salvadora frente al supuesto poder heráldico, patriarcal y autoritario de Lohengrin.
El uso del pueblo como arma arrojadiza del poder, un Rey que se anula a sí mismo al borde de la duda continua, y un asesinato que acaba aflorando en una realidad oscura y desesperanzada acorde con un final de tristeza lírica sin igual.
Una lectura que genera preguntas, estimulante y controvertida que coloca al espectador en una disyuntiva entre la luz y la oscuridad de una música sublime que parece revelarse como la verdadera sublimación del libreto. Seguramente también como la sublimación última de cualquier puesta en escena que se enfrente a Lohengrin.
In memoriam
Esta producción, que debería haberse estrenada en marzo del 2020, fue la última producción cancelada antes del cierre total civil producido por la pandemia del Coronavirus. En esa ocasión, llegaron a producirse hasta un esnsayo pregeneral en el Liceu, con los cantantes de entonces de los que sobreviven en esta producción barcelonesa, el tenor Klaus Florian Vogt, el bajo Günther Groissböck y el barítono Roman Trekel.
Como Elsa debería haber debutado en el rol la malograda soprano canadiense Erin Wall, quien tuvo que dejar la producción en su fase de ensayos por la detección de un tumor que finalmente acabó con su vida meses después.
También se cumplirá el aniversario, este 24 de marzo del 2025, el día de la cuarta función del nuevo Lohengrin en Barcelona, del accidente aéreo de la compañía alemán Germanwings que se llevó la vida de todos los tripulantes de ese vuelo que salió de Barcelona, y en el que viajaban dos cantantes que habían sido protagonistas del Ring del Liceu en la producción de Robert Carsen. La contralto alemana Maria Radner, quien había cantado Erda en Siegfried (2015) y el barítono kazajo Oleg Bryjak, intérprete de Alberich, también en las funciones alternativas de Siegfried.
Se cumplirán diez años del accidente y del fallecimiento de ambos cantantes. Sirva este artículo y sus menciones como homenaje póstumo a la espera que el Liceu recuerde también sus nombres.
Fotos: © David Ruano | Gran Teatre del Liceu