Traviata sin sal

Barcelona, 18 de enero de 2025. Gran Teatre del Liceu. Verdi: La traviata. Ruth Iniesta (Violetta), Xabier Anduaga (Alfredo), Mattia Olivieri (Giorgio Germont), Gemma Coma-Alabert (Flora), Patricia Calvache (Annina),Albert Casals (Gastone), Josep-Ramon Olivé (Barone), Pau Armengol (Marchese), Gerard farreras (Dottore). Cor i Orquestra del Gran Teatre del Liceu Cor. Giacomo Sagripanti, dirección musical. David MacVicar, director de escena.

Las representaciones de La traviata que estan teniendo lugar en el Liceu estos días se están desarrollando en medio de una atmósfera entusiasta. Uno de los motivos de tal euforia es la soprano Nadine Sierra, sobre la cual Alejandro Martínez ya escribió en esta misma revista, justificando el jolgorio popular. Sin embargo, no es este el único factor que ha hecho las delicias del respetable. La producción de David McVicar tiene gran fama y en parte puede estar justificada. No era, en cualquier caso, ninguna novedad: La traviata de McVicar ya se había visto en esta santa casa en 2014 y en 2020.

Las referencias a la novela de Dumas, la belleza de la escenografía de Tanya MacCallin en ciertos momentos, los movimientos de conjunto, la borrachera de Alfredo y una factura elegante en general son buenos argumentos a favor de la propuesta de MacVicar, que en general se mueve en unos parámetros de buen gusto muy plausibles. Este espectáculo es una reposición y desconozco hasta qué punto el autor de la puesta en escena ha estado o no presente en los ensayos. En cualquier caso, sea cosa suya o del responsable de la reposición Leo Castaldi, si algo me hubiese gustado pedir (aparte de un poco de luz de tanto en tanto en una producción muy oscura) hubiese sido una propuesta más rica en cuanto a la dirección de los actores principales, cuyos personajes tienen matices e intencionalidades muy interesantes en el libreto.

En este caso tenemos la suerte de que el respetable tiene un conocimiento razonablemente preciso del texto antes de que el sobretitulado se lo recuerde. Por lo tanto se puede y se debe profundizar más: en la pulsión autodestructiva de Violetta, en el carácter sanguíneo y hasta chulesco de Alfredo, en los motivos de Germont... Sin embargo es este un problema del que adolece no sólo esta producción sino cierta tendencia general en la dirección escénica de ópera en la que parece que es más importante el envoltorio que el contenido.

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También se está ensalzando con razón el trabajo de Giacomo Sagripanti en la dirección musical. La velada se desarrolla muy fluidamente en este aspecto, la orquesta hace tiempo que está en un óptimo estado de forma, los profesores de la orquesta se tomaron en serio su trabajo (y no con esa condescendencia que le dedican a veces a la escritura instrumental belcantística), el preludio del tercer acto es de una gran belleza (no sólo por lo que Verdi puso en él) y todo ello es responsabilidad del señor Sagripanti y la orquesta. También el coro se desempeñó convincentemente a pesar del preceptivo descuadre en 'Si ridesta in ciel l'aurora'.  Y sin embargo no pude dejar de tener en general una cierta sensación de rutina en una representación que, ya sea por estos motivos o por las prestaciones de los cantantes, o por todo a la vez, me resultó francamente aburrida dentro de su corrección. 

Si el movimiento escénico de los protagonistas no logró comunicar la tremenda carga emotiva de la obra y tampoco lo hizo la orquesta (o solo lo hizo ocasionalmente), lo mismo se puede decir de la Violetta de Ruth Iniesta: muy correcta vocal y musicalmente, sus méritos hubiesen sido suficientes en casi cualquier otro papel (o en un teatro más pequeño con ese mismo papel). Hay que tener en cuenta que se trata de una obra con un personaje absolutamente protagónico, que tiene que tirar del conjunto y en el que no basta con cumplir con creces con el expediente.

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Un Alfredo discreto es más fácil de digerir. Xabier Anduaga ofreció un timbre redondo y sugerente, una seguridad técnica total, agudos brillantes... solo le faltó lo mismo que al resto del espectáculo: emoción. Pero fue lo más brillante del reparto vocal, con diferencia. Mattia Olivieri mantuvo los mismos niveles de corrección que sus compañeros, aunque da la sensación de que le falta cierto grado de madurez para encarnar un personaje como el de Germont. Sin embargo, canta con buen gusto y con una técnica consistente. Para el resto del reparto hay que repartir felicitaciones por la solidez del conjunto, y reseñar en todo caso la grata impresión causada por el Gastone de Albert Casals y el Marchese d'Obigny de Pau Armengol.

En el Underground de Emir Kusturica, Marko Dren es un poeta que, después de la Segunda Guerra Mundial, adquiere responsabilidades en el nuevo orden en Yugoslavia. Ahora usa su pluma virtuosa para escribir propaganda que encubre su papel real en la trama (que ahora no desvelaremos). Cuando su amante, Natalija Zovkov, le echa en cara uno de sus escritos él le pregunta repetidamente: "¿Qué le falta, Natalija, qué le falta?" Y ella le responde: "La verdad".

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Fotos: © Sergi Panizo