© Rafa Martín
El alma y el teatro
Madrid. 26/03/2025. Auditorio Nacional. Mahler: Sinfonía no. 2 'Resurrección'. Orquesta musicAeterna. Coro Ibercamera (dir. Mireia Barrera). Teodor Currentzis, dirección musical.
La segunda sinfonía de Mahler es una obra de naturaleza escénica, casi teatral, adornada por un indudable carácter espiritual. Mahler desafía aquí, una vez más, las convenciones del discurso sinfónico asumido hasta la fecha. La exploración es radical, por más que la obra se haya convertido ya, hoy en día, en una pieza de presencia habitual en las salas de concierto.
Sirva este preámbulo para poner en contexto lo que fue, precisamente, una lectura sumamente teatral, casi artificiosa, de una partitura que pide mucho más recogimiento y emoción de lo que pudo vivirse en el Auditorio Nacional, a manos de Teodor Currentzis y su orquesta musicAterna, en el marco del ciclo de conciertos de La Filarmónica.
Y es que el ya célebre director greco-ruso apuesta por una versión de indudable contundencia, explosiva, a veces ensordecedora, espectacular qué duda cabe, pero parca precisamente en esa carga espiritual que la obra demanda. Currentzis se ha ganado a pulso la fama de heterodoxo pero no es menos cierto que ha hecho gala, a menudo, de una extraordinaria sensibilidad, dueño de una musicalidad al alcance de muy pocos. El pasado verano, sin ir más lejos, pude disfrutarle una genial dirección musical al frente del Don Giovanni de Mozart, en Salzburgo.
Dicho todo esto, no creo que Currentzis terminase de conectar con el tuétano de la Segunda de Mahler, resuelta aquí con más espectacularidad que alma. Currentzis buscó pintar un Mahler de grandes contrastes, y lo logró, pero se dejó por el camino la posibilidad de hilar un viaje emocional genuino. Ya desde el furibundo arranque, con una cuerda grave entonadísima, dio la impresión de que la visión de Currentzis iba a discurrir sobre todo en esa línea, buscando más epatar que conmover.
No digo, en todo caso, que fuera una versión hueca o superficial; se percibió una entrega genuina por parte de la batuta y los atriles, pero el resultado final fue más triunfal que solemne, ciertamente lejos del espíritu primegino de la obra, que nacio como Totenfeier, como una suerte de ritual fúnebre de índole musical.
Por lo que hace al conjunto orquestal, musicAeterna hizo gala de su habitual virtuosismo, más allá de algún manifiesto traspiés en las trompas. Me quedaría, sin duda, con el extraordinario desempeño de la cuerda grave durante toda la ejecución. Y sin embargo me dio la impresión de que a la formación le falta quizá un color más cobrizo y hondo para dar voz al universo mahleriano. Hubo, en todo caso, momentos bellísimos, como ese aire de abandono que presidió el tema principal del Andante.
Me dejó buenas impresiones el coro Ibercamera, que se intuía muy bien preparado por Mireia Barrera, exhibiendo además una gran complicidad con la batuta de Currentzis. De la dos solistas vocales destacaría el notable instrumento de la contralto Maria Barakova, de resonancias operísticas; quedó algo por detrás el hacer de la soprano Sophia Tsygankova, de proyección mejorable.